Capitulo 10

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Gisell dejó que el le quitara el ajustado vestido corto, y le bajará la ropa interior, dejándola completamente desnuda, dejando al descubierto la marca de sus estrías y parte de su celulitis. Después de todo, por más que quisiera no era la mujer perfecta, tenía sus defectos y complejos, no tenía el cuerpo ideal ni la figura envidiable pero tenía unas curvas que enloquecian a cualquiera.

—Lo siento, no soy perfecta Paulo, quizás pensaste que ibas a encontrar una mujer impecable pero no lo soy... —dijo honestamente.

Paulo se sacó la sudadera, se bajó los pantalones y la ropa interior, dejando ver su abdomen para nada trabajado en un gimnasio.

—Disculpame, pues yo tampoco lo soy —Ambos sonrieron con sinceridad.

Paulo empezó a besarla en el cuello, le daba pequeños mordiscos y ella gemía. Bajó a sus pechos y los besó, pasó su lengua despacio por ellos, y mientras lo hacía la miraba y observaba sus ojos cerrados y una sonrisa de satisfacción.

Lamió todo su abdomen, y con su lengua dibujó un corazón en su piel. Terminó su recorrido en la entrepierna, ella abrió un poco más, y Paulo se sumergió allí, y empezó a lamer y besar esa área. Ella reaccionó ante el contacto y gimió.

—Paulo... Paulo... Ajá... Así.... Sigue así.... Pa.. Paulo.

Estaba a punto de hacerla llegar a un orgasmo, le introdujo dos dedos, y sintió la humedad qué existía allí dentro; ella estaba exitada.

Volvió a besarla, porque sentir sus labios era como tocar el cielo desde la tierra. Mantenía tanta frescura y pasión en cada beso que era imposible no ser un adicto a su piel.
Ella le correspondía pues al parecer sentía lo mismo que el, sus corazones estaban conectados, enlazados, latiendo al mismo tiempo y con la misma intensidad.

Pasaron algunos minutos de besos y caricias, entrega y pasión.

—Paulo, ya deja de jugar a meter dedos y porfavor follame —dijo Gisell decidida.

Paulo se colocó  el preservativo, preparándose para llegar a la gloria.

Ella abrió las piernas nuevamente, y las enredó en su cadera, él la penetró.

A pesar de tantas veces que ella había sido penetrada, nunca lo había disfrutado tanto como aquella vez, sintió como el placer se apoderaba de su cuerpo, sentía como una sensación le recorría la espalda haciendola sentir en las nubes. Estaba orgullosa de que esa noche, en ese lugar y bajo esas circunstancias fuese el quién le estuviese haciendo el amor, pero no tenia tiempo para agradecimientos, solo para sentir.

Gimió de placer, gemido que hizo que el gimiera también porque compartían el mismo placer.

—Paulo... Sigue haciéndolo así amor... Así...

—Ajá, claro que lo voy a hacer así... Oh Gisell.. Sos una zorra....una zorra qué me encanta.

—Y tu eres un maldito, eres el demonio, eres un.... Oh Si...

Gisell tenia los ojos cerrados, la satisfacción en su rostro era obvia. Su boca entreabierta y las manos agarrándose de la tela qué cubría el asiento del carro.

Paulo se sentía vivo, empoderado, esos gemidos de placer tan sinceros y reales que ella largaba ninguna mujer lo había hecho a su lado, lo estaba disfrutando al máximo.

Volvió a sumergirse en ella, esta vez más lento, más despacio, para disfrutar del momento, de su piel blanca, de su pelo castaño con olor a fresas, de sus carnosos labios, su inocente rostro, su hermosa figura, sus suaves pezones, sus exitantes curvas, sus cálidos pliegues, sus perfectas estrias, del calor de su cuerpo, y la presencia de su compañía.

Gisell también disfrutaba de él, de la manera en la que lo hacía sentir, de sus cálidos labios, su sedoso pelo que lo hacía lucir tan sexy, sus anchos hombros, y sus movimientos pélvicos que la enloquecían.

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Una de Cinco; Paulo londra [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora