Capitulo 8

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Gisell

A decir verdad Paulo ya estaba cansado de llevarse mujeres a la cama, le gustaba el placer y todas las sensaciones que
conllevaba tener sexo pero en el fondo se sentía culpable. Al final sin importar sus sentimientos tendría que terminar con ese estúpido reto y volver a su vida normal.

En la fiesta buscó a la primera prostituta que encontró, eso sin que Piero se enterará. Le pagó secretamente para que se acostara con él, pero esta vez no había habitaciones disponibles, al parecer a todos  se les antojo ponerse a coger  esa noche.

—¡La puta madre! —dijo mientras se alisaba el cabello fustrado.

—¿Tenes un auto? —preguntó Gisell.

—Si, ¿por? —dijo Paulo.

—Podemos ir a tu Auto.

—Y no te incomodaria hacerlo en un…

—No, no tranquilo —dijo Gisell.

Se fueron al auto. Gisell se sentó en el asiento del copiloto, y él en el asiento del piloto.

Suspiró y la miró. —¿Te digo algo? estoy casando, cansado de todo, cansado de acostarme con mujeres solo por un estúpido reto de mi amigo…

Ella no entendía nada pero a pesar de todo quería hacerlo sentir mejor. Su trabajo era darle placer a los hombres pero si tenía que hacer de psicóloga, pues lo haría.

—¿Y cómo te sentís al respecto? —preguntó Gisell.

—Mal, culpable, ansioso, fatal, una basura…

—Si queres solo podemos hablar, no tenes porqué hacerlo conmigo solo porque me hayas pagado.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Paulo interrumpiendola.

—Gisell.

—Bonito nombre.

El se recostó en sus piernas mientras le expresaba sus sentimientos, sus pensamientos, su frustración, su pena, su opinión sobre lo que le pasaba. Al final se desahogó con una desconocida, pero la verdad lo nesecitaba.

Gisell estaba enredada en el azul de los ojos de Paulo, prestando total atención a todo lo que él le decía. No sabía porqué pero sentía ese deseo ardiente de poseer lo. Era una prostituta, no debía encariñarse con nadie y mucho menos con sus clientes, pero esta vez era diferente. Había algo familiar en él, algo que no sabia descifrar, por eso única razón se sentia cerca de el, se sentía querida, porque en su mundo no tenia a nadie.

Quería hacerle el amor a ese chico. Era muy atractivo, pero en ese rostro había más que físico, había un alma dulce.

Paulo en cambio, se sentía dominado por la tranquila que ella le demostraba, adicto a su fragancia de rosas y vino añejo. Sentía una conexión especial que nunca había sentido con nadie.

Intentaba convencerse de que no debía sentir nada por ella pues igual que Christina o quizás peor, Gisell era robada, era del mundo. Era de todos y a la vez de nadie, pues tan solo era una prostituta, una simple prostituta, pero había algo en ella que lo impulsaba a querer más, quizás era esa ternura que le demostraba, o esa mirada tan profunda en esos ojos negros llenos de misterio.

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Una de Cinco; Paulo londra [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora