Capitulo Diez: Extensión del tiempo

138 18 0
                                    




25 de marzo de 1935



Querido diario,


Lo vi primero: el príncipe de la colina. El día que Anne corrió lo más rápido que pudo, libre como un pájaro. El día que floreció la primavera, su belleza saludando nuestra piel como las alas de una mariposa, que saludan al aire con tranquilidad y confianza. En una temporada así, dignificamos el borde de las emociones y el final de un viaje de diez meses. Éramos apenas estudiantes de séptimo grado a punto de graduarnos de la secundaria, lo que significaba un verano solitario, corriendo contra la brisa caliente y el susurro de las luciérnagas por la noche donde nadie podía oír. Socializar no era nuestro dominio; desde que se fundó a los ojos de la sociedad.

Quien critica cada aspecto de nuestra existencia sin mera compasión de qué éramos menores de edad, lo cual refleja mucho con los de nuestra edad y su comportamiento. Las conversaciones de nuestros compañeros de clase eran siempre las mismas: hablar mal de cualquiera que no fuera tan real como ellos. Fueron tontos al pensar que no teníamos idea de que sus insultos indirectos eran para nosotras. Pero como siempre permanecíamos en silencio, dándoles el derecho a ser el veneno en la punta de sus lenguas. Aunque con el tiempo aprendimos a ignorar valores específicos, lo que nos permitió la autoestima.

Pero solo si fuera así de simple; ignorar y olvidar.

Si este fuera el caso, mis lágrimas serían tan libres como la voluntad sin tener que ahogarme y contemplar el reflejo del agua.

La felicidad de Anne lo era todo para mí: Quería que se sintiera amada, como la típica chica común. La chica a la que todos admiran, de la que no se burlan, y hacen de su vida un infierno; simplemente porque era débil, tímida e insegura con la ausencia de un rol maternal. Nadie tenía derecho a decirnos quiénes o qué somos, excepto nosotros, que tomamos nuestras propias decisiones, al igual que ellos. Ser crueles solo implicaba lo desconsiderados que eran y las diferencias entre nosotros. Éramos únicos pero conscientes, teníamos un alma dedicada, y eso era algo bueno. A través de la soledad, descubrimos el conocimiento de la empatía y el hecho detrás del perdón.

¿Y quién merece ser perdonado?

Un día después de clase, mientras esperábamos nuestro abuso diario, los insultos se materializaron un poco violentos cuando menos lo esperábamos. La ignorancia de los maestros no pudo diferenciar el maltrato sagrado. A los ojos de quienes nos rodean, éramos el símbolo del ceño fruncido. Cada empujón, cada golpe nos encadenaba a algo que no podíamos evitar, dejándonos vulnerables a cualquiera que quisiera aliviar su odio.

Los gritos de Anne para que nos dejen en paz solo implementan la furia en aquellos que no les parecía que les dijeran qué hacer. En el acto de defensa, le devolví el golpe a cualquiera qué nos golpeaba primero, causando aún más problemas —dejándonos sin otra opción que luchar y escapar.

El rugido de guerra de estos menores me sobresaltó. No hay forma de medir las circunstancias de manera diferente porque donde reside el bien, el mal reside con él. El acto de impotencia de aquellos que presenciaron lo que estaba sucediendo pero hicieron nada al respecto destrozo la voluntad.

La distancia entre el bien y el mal era lo único que importaba. Anne nunca disminuyó la velocidad, incluso cuando estábamos fuera del alcance de nuestros depredadores. Parecía que no iba a detenerse pronto, y yo no la iba a detener. Necesitaba tiempo y este era el momento perfecto para liberar nuestra ira. En el acto de perseguir, me encontré en un mundo de luces y colores mientras recorría los valles de nuestro pueblo. Nuestros pasos perdieron el silbido de la hierba en las suaves olas de la naturaleza.

Vientos De Esperanza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora