Capitulo Veintitres: Dignidad

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16 de julio de 1937



Querido diario,


Si pudiera alterar el tiempo, volvería a mi último momento en la casa de poni y me negaría la oportunidad de aceptar la oferta de trabajo. Incluso si luché por obtener uno, sé que eventualmente alcanzaría mi objetivo, ya que cualquier oportunidad suena como un pedazo de esperanza al dejar este lugar atrás.

Desde nuestra llegada, nada ha sido como lo había imaginado. Bueno, no puedo mentir y fingir que no retuve ninguna impresión de los problemas que enfrentaríamos porque los tenía, pero no bajo estas medidas. La familia resultó ser peor de lo que la sociedad los había retratado, si eso fuera posible. O, en el peor de los casos, si alguien creyera una palabra tuya.

He tratado de mantener la calma y trabajar a mi manera, evitando la familia a toda costa. Pero hay ocasiones en las que te encuentras en una posición en la que ciertas cosas no se pueden pasar por alto o ignorar.

Las muchas veces que tomé mi orgullo y mantuve la boca cerrada harían que Paulina y la hermana se sintieran orgullosas de mí.

Pero de lo contrario, si todas las personas malvadas del mundo se unieran, no tendrían nada que comparar con la crueldad de Eliza y Neal o la pesadilla que fue su madre.

Pero para que entiendas, querido diario, de qué balbuceo entre líneas y tinta, tendré que empezar desde el principio. Donde todo presidió nuestra caída, el momento en que bajé la guardia.


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Al día siguiente de nuestra llegada, John nos asignó nuestros deberes y expectativas como trabajadores domésticos. ¿Cuál no fue una gran diferencia con lo qué hacíamos en el orfanato? Lo que fue un alivio, por decir lo mínimo; ser autosuficiente tenía sus ventajas. Porque si no fuera por nosotros, el lugar se habría extinguido hace mucho tiempo.

Esa mañana, recorrimos la propiedad y nos familiarizáramos con el área. Dadas las presentaciones que tuvimos anoche, reconocí algunas caras mientras recorríamos sus áreas de trabajo. Cubrimos todo aspecto importante, desde los jardines hasta los establos, donde residían los habitantes más comunes. Especialmente él lugar que reside un poco fuera de los campos llamado 'Los Tesoros de la familia' que persistió más grande que cualquier otra cosa. Era como un hogar propio para cualquier cosa que constara de cuatro patas.

En el interior de la finca, al entrar, se ubicaban algunas viviendas que pertenecían a la familia. La primera que visitamos estaba llena de cuadros, premios de cinta y trofeos con caballos de oro esparcidos por la pared. La ubicación de cada cinta de primer lugar coincidía con algunas fotografías que portaban dichos trofeos. En una de esas muchas fotografías, un joven con falda me recordó a ese chico, que Anne y yo aviamos conocido hace unos veranos. ¿Podría ser que fueran la misma persona? Para cuando quise preguntar, John ya había continuado la excursión a otro lugar.

Una vez dentro de los establos, John me aclaró una de mi muchas tareas: qué coincidan en alimentar a los caballos, hacer chequeos médicos y ayudar a las madres cuando parían. Ben y Victor fueron encargados de recolectar, procesar y empaquetar él semen de los machos y enviarlo a los compradores que compraban estas cosas.

El hecho de que no fuéramos veterinarios no importaba porque John cree que uno aprende del fracaso. En mi opinión, es imprudente, una invitación a problemas, pero aparte de eso, los chicos no habían descongelado su disgusto por su ocupación.

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