No tenía la voz grave ni aguda, era un intermedio. Era agradable. Quería escucharla más, pero me daba pena pedirle otro audio. Creo que fui muy lejos al decirle que me gustaba su voz, porque ahora no respondía. Decidí aventar mi celular lo más lejos posible, no quería seguir arruinando nuestra conversación con mis estupideces.
Agarré mi chamarra y salí a caminar, quería pensar en lo que estaba haciendo y cómo me sentía por Molly. Todo era muy confuso para mi en este momento. No creí que me fuera a importar tanto, ni sabía por qué lo hacía.
Caminé por unas horas, y al regresar a mi casa, cheque mis mensajes con los nervios de punta.
— ¿Puedo oír la tuya?