No supe que más decirle, simplemente me quedé callada, observandola. Gracias a Dios, Emily sabía comunicarse con personas mucho mejor que yo, me dio un abrazo rápido y se sentó de nuevo. Sentí que pasó una eternidad mientras nos admirabamos mutuamente.
Después de lo que pensé que fueron horas, Emily me preguntó que como estaba, decidí poner algo de mi parte y no solo contestarle con un simple bien, le conté todo el problema con el señor de la lavadora y ella se reía.
Después, fue mi turno de hacerle preguntas. Luego de haber empezado, ya no pudimos parar, la conversación se dio muy natural y divertida. Hablamos de todo un poco, asuntos serios y otros no tanto, pedimos de comer y seguimos hablando. Todo estaba saliendo maravillosamente.