Había llegado primero, otra vez. Me aseguré de escoger una mesa lejos de todos, para que pudiéramos platicar bien, sin interrupciones. Me senté a esperarla, como la semana anterior, sólo que esta vez no estaba nerviosa. Molly se había convertido en una de las personas más especiales en mi vida en muy poco tiempo, nunca había conocido a alguien con quien pudiera ser yo misma sin ningún tapujo.
Unos minutos después, llegó ella. Estaba vestida con una camisa sin hombros y shorts de mezclilla, se veía increíble. Me vio y sonrió, pude jurar que la cafetería brilló. Me saludó con un abrazo y se sentó enfrente de mi. Tuvimos una plática normal, preguntamos por nuestra semana y la escuela, sólo que esta vez, Molly hablaba libre, haciendo muchos ademanes con las manos y alzando la voz. Platicar con ella nunca era aburrido, siempre hacía que cualquier cosa fuera divertida. Hablamos un rato más, cuando de repente se quedó callada y le pregunté qué pasaba.
— ¿Le dijiste a Natalia que nos habíamos vuelto más amigas? — Me vio con su cara seria.
— No... ¿Por qué?
— Es que... Ella y yo éramos, eh, pareja. Y siempre que le cuento de alguien, se pone rara. — Eso no me lo esperaba. Nat hablaba de una chica muy especial que había cambiado su vida, pero nunca imaginé que había sido Molly.
— Wow, no me esperaba eso. — Traté de reír para bajar la tensión, o algo así. Pero ella sólo me vio y sonrió como apenada, no sé por qué. Cambié el tema de repente, porque se veía que no quería seguir hablando de eso. Tras varios intentos, logré hacer que se esfumara su pena, y volviera a reír como antes.