Esa noche no me llamaron a cenar. A la mañana siguiente en el desayuno nadie habló algo que era bastante habitual.
Pero las caras de mis padres estaban que no habían dormido.
Obvio que tampoco pregunte nada. Lo lógico hubiese sido que yo dijera:
-Miren está todo bien, yo soy parte de la familia, Ezequiel es mi hermano si se mandó otra cagada tengo derecho a saberlo. No me parece justo estar enterandome por terceros. Además ya tengo 10 años me merezco una explicación. Así que cuéntenme todo.Ya lo dije, no pregunté nada. Valorado lo suficiente mi pequeña vida como para desafiar a mi padre.
Si bien es cierto que el nombre de Ezequiel no se menciona habitualmente en casa, después de ese incidente la sola mención de su nombre provocaba chispas.
Yo no tenía idea de lo que podía haber pasado, la actitud de mis padres me sonaba exagerada. Mi madre había descuidado su jardín, algo que se nota a simple vista. Y mi padre... bueno, su humor supera todo lo imaginado.
Me dediqué, aprovechando que nadie me prestaba atención, a espiar sus conversaciones y... nada. Lo único que escuchaba era mi madre llorar y a mi padre insultar y decir a cada rato:
-¿Por qué a mí? ¿Por qué, eh? Después enumerada todo lo que le había dado a Ezequiel, colegio, viajes, deportes, etc. Parecía tener todo anotado en algún lugar, una suerte de inventario educacional.Yo creí que mi hermano le había hecho algo directamente a él, después de todo mi padre no preguntaba: ¿por qué a nosotros? sino ¿por qué a él?
Con Mariano nos propusimos avanzar hasta el fondo del asunto, pero por más que intentamos sobornar a Florencia ella tampoco puedo averiguar nada. Si no se lo había contado al padre de Mariano debía ser más grave de lo que imaginábamos.
Sólo tenía dos opciones: preguntarles a mis padres o Ezequiel.
Opté por la segunda.
Lo único que faltaba resolver era cuándo. Yo nunca había ido a casa de Ezequiel, es más, tampoco sabía dónde vivía. Tardé 3 o 4 días en encontrar su dirección en una libreta de mamá. Entonces me dispuse a hacer, un viaje en el 60, un viaje en colectivo. De San Isidro a Palermo. Un viaje de 40 minutos.
Un viaje que cambiará mi vida para siempre.
ESTÁS LEYENDO
Los ojos del perro siberiano
Teen FictionHay cosas de las que es mejor no hablar. Eso cree la madre y el padre de Ezequiel. Pero su hermano menor quiere saber que pasa, entender por qué Ezequiel está enfermo y por qué hay una parte de la familia que eligió abandonarlo. Los pocos encuentros...