Capítulo XLII

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Ya amaneció, pasé toda la noche en vela.

Acaba de venir mi madre para avisarme que ya están listos para ir al aeropuerto.

Recién terminé de afinar el chelo por última vez, nunca aprendí a tocarlo, ni lo intenté. Pero, tanto en tanto, lo saco de su estuche,
lo limpio y lo afino.

Mi padre me grita que vamos a perder el vuelo. No importa, hay tiempo. El es de los que llegan, por las dudas, dos horas antes del
embarque al aeropuerto.

Natalia va a estar en Ezeiza para despedirme. Irá a verme en dos meses. Nada me
gustaria más.

Los ojos del perro siberianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora