Capítulo XX

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Un domingo de diciembre antes de las fiestas, Ezequiel vino sorpresivamente, al menos para mí, a almorzar a casa.

Lo recuerdo bien. Ese mismo domingo a la tarde Mariano iba a venir a despedirse antes de las vacaciones. Su familia tiene una casa en Punta del Este y todos los años viajan antes de la Navidad y pasan allí todo el verano.

En algunos veranos anteriores nosotros pasábamos todo enero con ellos en Punta del Este, este año sería distinto. mi padre había
decidido pasar las vacaciones con la abuela.
-Tengo muchas cosas que hacer en Buenos Aires -dijo-, no puedo darme el lujo de irme tan lejos. Desde el campo puedo vayar y volver en el dia y no descuidar los niegocios Asi que. familia este
año nada de mar.

No sé qué opınaba mi madre al respecto. yo esteba feliz con la posibilidad de pasar todo el verano en el campo con la abuela.

Así estaban las cosas ese domingo cuande abri la puerta y me encontré con la figura de Ezequiel Nos dimos un abrazo largo. profundo.
-Tenia ganas de verte-le dije en un susurro-pero papá no me deja.

Me miró y sonrio.
-Después de comer hablamos -Y entro a casa con un paso seguro.

Yo lo interpreté como una señal de desinterés. No sé qué estaba esperando que hiciera, tal vez que me rescatara de esa casa donde me sentia profundamente
infeliz. Después, pensándolo bien, me senti como un
imbécil por eso.

El almuerzo transcurrió lentamente. casi sun hablar, o hablando sólo de las vacacionesy de las fiestas Ezequiel contó que queria pasar fin de año con nosotros en el campo, pensaba irse de vacaciones en febrero,
con unos amigos, a Villa Gesell. Sé muy bien que la mesa familiar no es el ámbito más indicado para hablar ciertos temas, pero mi familia me parecia tremendamente hipócrita. Nunca se mencionaba a Ezequiel y cuando se lo hacía, lo he dicho, la mención de su nombre producía chispas. Algunos meses atrás mi madre lloraba por él. mi padre estaba indignado. Y lo peor de todo, al menos para mi, era que me habian prohibido terminantemente verlo.

Y ahi estábamos los cuatro charlando de banalidades. De las fiestas y de las vacaciones.

***

-No te crei tan falso -le dije con sorpresa para él y para mí, un rato después del café, cuando nos encontrábamos sentados bajo los pınos en el parque de casa.

-No te entiendo, ¿por qué lo decis?

-Por todo eso -dije señalando la casa- Deliciosa la comida, mamá. Pasemos las fiestas juntos. papá -le contesté, parodiando su voz.

-Creo que estás confundido -hizo un largo silencio y prosiguió-. La comida de mamá siempre es deliciosa. Y si, quiero pasar las fiestas con ustedes -y se rió.
Se rió muy fuerte, a mi me indignó.

-Pero a mí no me dejan verte, nunca te nombran y si lo hacen no es para nada bueno. ¿Me vas a decir que no te das cuenta de eso?

-Sí, claro que lo sé, no me subestimes. Pero eso no significa que yo no los quiera ni que ellos no me quieran a mí. Eso no significa que yo no disfrute de su compañia, claro que no todos los días, pero me agrada verlos de vez en cuando. Son mis padres. Viví con ellos dieciocho años después de todo ¿no? Entiendo lo que
vos querés decir, pero me gustaría que vos me entendieras a mi.

Hizo una pausa y suspiró.
-Mirá, yo no puedo vivir con ellos. Ya no. Pero mientras viví con ellos, salvo los últimos tiempos, estuvo bien. Tal vez esto sea un poco confuso para vos, pero es así.

Y me contó que él entendía los miedos de nuestros padres, y también de cuando vivía en casa, y secretos de familia, y mucho más.

Yo estaba como en trance, fascinado por descubrir a otra persona, a Ezequiel, mi hermano. Sé que todo esto puede sonar extraño, pero era descubrimiento. Con el agregado de que hablábamos de cosas relacionadas con mi familia, que yo ni siquiera me animaba a pensar. Repasándolo, a la luz de los años, como lo he hecho tantas veces desde que Ezequiel murió, cada momento desde que fui a su casa a pedirle explicaciones hasta la última vez que lo vi, me doy cuenta de que muchas de las cosas de las que hablamos eran tan simples, que tal vez no merecieran mayores comentarios. Pero para mí eran algo así como la verdad revelada. Como pensar el mundo por primera vez. Así lo
vivi yo. Así lo vivía esa tarde de diciembre hasta que llegó Mariano.

***

Era el primer verano de nuestras vidas que no pasaríamos juntos. No sabiamos que el del año anterior había sido el último.

Supongo que una mezcla de la felicidad que tenía después de la tarde con Ezequiel y la excitación de Mariano ante la proximidad de sus vacaciones generaron una química extraña.

Pusimos el compact-disc de Dire Straits y nos sentamos en el piso de mi cuarto apoyados en la cama.
Pasamos toda la tarde charlando, con una intimidad que nunca habíamos tenido.

El me contó cosas de su familia, de su hermana. Yo le conté cosas de la mía y algunas de las cosas de las que hablamos con Ezequiel. Y también nos reímos, nos reímos mucho, nunca la había pasado tan bien con él.

Atardeció, el reflejo anaranjado del sol bañaba la habitación, el equipo de audio ya estaba apagado. Estuvimos un rato en silencio, y Mariano me contó que
estaba enamorado de María Eugenia, una compañera nuestra desde el jardin de infantes, algo que jamás hubiera sospechado, ni que estuviera enamorado de Ma-
ría Eugenia, ni de nadie.

Mariano estaba eufórico porque ella también viajaba a Punta del Este y él pensaba declarársele. Supongo que fue el resultado de todo, la charla con Ezequiel, la
confesión de Mariano, lo que me animó a contárselo a pesar de haberme jurado no decírselo a nadie.

-Ya sé por que están enojados con Ezequiel.
Mariano me dedicó una mirada invitando a seguir.

-Porque tiene SIDA.

Se quedó en silencio, no preguntó nada. Yo lo imité.
-Supongo que no lo vas a ver más -dijo al rato, como en un susurro.

-Claro lo voy a seguir viendo. Es mi hermano.
Su cara se transfiguró, se puso roja.

-No seas ridículo. Nunca fue tu hermano, durante años no te importó. No lo veas más, eno te das cuenta de que te podés contagiar?

-Vos sos el ridículo, es imposible que me contagie.

Mariano me miró indignado. -Es tarde -dijo, y se fue.

La magia se había perdido. Nunca más volvió a mi casa.

Los ojos del perro siberianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora