Capítulo XXXIX

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Después que murió Ezequiel nos convertimos durante un tiempo en una familia de fantasmas. Pasábamos por la casa sin vernos. Sin hablarnos.

Poco a poco todo fue volviendo a la normalidad. Mi madre a sus plantas. Mi padre a sus negocios. Y yo, bueno, yo tenía muchas
cuentas que cobrarme con mis padres per su trato a Ezequiel.

Pero no tuve el valor.

Seguí dedicándome al colegio, al estudio y a los libros.

Ahora, que terminé el colegio (no logré medalla de oro), me voy a estudiar a una universidad
de los Estados Unidos.

No tengo otra forma de irme de aquí.

No sé si voy a volver. Siento que cada vez son menos las cosas que me atan a este lugar.

Los ojos del perro siberianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora