Capítulo XXXVIII

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Los últimos días antes de morir, Ezequiel tenía momentos de lucidez y momentos de delirio. Podía estar hablando normalmente y de repente perder el hilo de la conversación.

Estaba durmiendo cuando legué a la habitación, la abuela aprovechó mi arribo para ir a tomar un café.

Me senté al lado de la cama y le tomé la mano, mientras se la acariciaba se despertó.

-¿Sabés? Yo te enseñé a caminar.
-Sí, lo sé.
-Vaya paradoja, yo te acompaño en tus primeros pasos, y vos me acompañás en los
últimos...
-No digas boludeces, Ezequiel.

Sonrió. Cerró los ojos un rato, cuando los volvió a
abrir me dijo:
-He visto cosas que ustedes no creerían. Naves de ataque ardiendo sobre el hombro de Orión..

Está delirando otra vez, pensé. Volvió a sonreír, me apretó la mano. Cerró los ojos y se quedó dormido.

Nunca más los volvió a abrir.

Los ojos del perro siberianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora