Capítulo XXXII

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Una mañana de domingo, por esa epoca, había ido hasta el shopping a comprar un libro y me encontré con unos amigos de papá.

-Nos enteramos de lo de Ezequiel -dijeron después de preguntarme por el colegio, la familia y esas cosas. Bastante incómodo es para
un niño encontrarse con amigos de su padre en un lugar tan impersonal como un shopping.
como para también tener que hablar de cosas tan delicadas como la enfermedad de su hermano. Me quedé callado.

-Es una enfermedad terrible...-insistieron.

-Si...-balbuceé.

-...la leucemia...

-¿La...leucemia...?

-Sí claro. Leucemia. La enfermedad de Ezequiel. Pobrecito.

No recuerdo si les contesté, sé que me fui indignado. Mis padres, al no poder evitar la evidencia de que Ezequiel se iba a morir, tuvieron que inventarle una enfermedad. Como si fuera más digno morirse de leucemia
que de SIDA. Como si fuera indigno ser sidoso. Como si
en la muerte hubiera alguna dignidad.

Los ojos del perro siberianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora