Estuve angustiado, sin saber con quién hablar, ni qué hacer. Una tarde vi a mi madre en el jardín y me acerqué. Cortaba hierbas.
-¿Te ayudo? -le dije.
-Si, claro -contestó, alcanzándome unas tijeras-, cortá el tomillo.
Nos quedamos un rato en silencio, envueltos en el perfume de las hierbas. Hasta que le pregunté.
-¿Por qué nunca hablamos de Ezequiel?Apoyó las cosas en el piso con mucha calma. Estiró su mano como para acariciarme. Me miró. Bajó la mano. Luego la vista y dijo
en un susurro.
-Hay cosas de las que es mejor no hablar.
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Los ojos del perro siberiano
Teen FictionHay cosas de las que es mejor no hablar. Eso cree la madre y el padre de Ezequiel. Pero su hermano menor quiere saber que pasa, entender por qué Ezequiel está enfermo y por qué hay una parte de la familia que eligió abandonarlo. Los pocos encuentros...