Noveno

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Liam

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Liam

Aria se encuentra frente a mí, observándome de manera curiosa mientras pasea su mirada entre mi rostro y la guitarra en mis manos.

­­­­­­­­­­­­­-No suelo hacerlo en la escuela –menciono en respuesta.

–¿Podrías tocarme algo? –pregunta mientras toma asiento a mi lado. Le dedico una sonrisa coqueta.

–Podría tocarte más que una canción si lo deseas –Sus mejillas toman un bello y ligero tono rosa. Ella gira su rostro para apartar su mirada de mí.

–Claro, no me molestaría escuchar varias –menciona en respuesta, ignorando el comentario con doble sentido que acabo de hacer.

–Sera un gusto –exclamo mientras repaso mi mente en búsqueda de una melodía para tocar.

En ese momento recuerdo Thinking out loud. Es un canción que ambos conocemos, y que se de antemano que a ella le encanta.

Empiezo a recrear la melodía mientras cierro mis ojos enfocándome solo en escuchar. Me encanta la guitarra, su bello sonido me hace viajar entre las notas, brindando toda clase de sentimientos a mi corazón dependiendo de la melodía que me encuentre tocando.

Unos segundos antes de terminar levanto mis parpados y me encuentro con su bella mirada completamente depositada en mí. Sus dulces ojos brillan y aquellos labios rosas dibujan una pequeña sonrisa. Su expresión demuestra fascinación por lo que yo hago y eso me encanta, me encanta verla observándome a mí, solo a mí.

–Lo haces muy bien –exclama cuando termino.

–Gracias –menciono mientras le guiño uno de mis ojos– todo por impresionarte dulzura– Una sonrisa se dibuja en sus labios mientras me enseña aquella blanca y perfecta dentadura.

–¿Por qué no haces parte del club de música en la escuela? –bajo mi mirada hacia sus zapatos. Lleva unos lindos converse en color rojo, con algunas calcomanías de explosión decorando la punta de los mismos.

–Mis padres no consideran esto –pronuncio mientras señalo la guitarra– como algo productivo. Ellos están felices con el futbol americano y bueno, yo estoy conforme.

–Pero, el que debe decidir eres tu ¿no?, a fin de cuentas es tu vida –exclama mientras repasa la guitarra con su vista– sé que la opinión de nuestros padres vale mucho, pero nuestra felicidad también lo hace.

Mis ojos se clavan sobre ella mientras la observo fijamente. Su cabello castaño denota suavidad y sus ojos color chocolate expresan dulzura. Ella es la mejor pintura que se ha posado frente a mí, sencilla pero fascinante, hermosa y natural, realmente una obra de arte.

–Realmente eres una dulzura –exclamo y aquel precioso rosa vuelve a aparecer en sus mejillas. Acerco una de mis manos y acaricio su rostro con suavidad– ese rosa en tus mejillas es realmente hermoso.

Miradas de chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora