Desesperación y lágrimas (de emoción)

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Globos, purpurina, dulces y más dulces eran las palabras que definían la sala de estar esa tarde.

La castaña estaba entusiasmada por su cumpleaños, pues la mañana la tuvo libre para ir a visitar a sus padres. Pasó con ellos unas buenas horas.

A la hora de volver les envió un mensaje a sus compañeros por el grupo de WhatsApp, avisando de su próxima llegada.

Mientras la castaña disfrutaba del viaje en tren, los tres chicos acababan de decorar la sala e intentaban que nadie comiera nada de lo que había en la mesa, pues esta estaba llena de dulces, pasteles, refrescos y demás cosas que pudieran contener azúcar. Querían esperar a que la castaña llegara.

Dura fue la espera. Mina no paraba de intentar robar caramelos, Dark Shadow se escabullía por debajo de la mesa y cuando alguno de los tres se despistaba cogía una magdalena. Y ni hablar de los refrescos, que solo quedaba la mitad de lo que habían traído.

Al final consiguieron convencer a los demás de que debían esperar, aunque Uraraka no les hubiera dicho la hora a la que regresaría.

Midoriya del despiste dejó el regalo encima del sofá, justamente en el sitio donde Bakugo estaba sentado, por lo que el regalo se quedó en su espalda.

El de pecas ya estaba casi desesperado al no encontrar el regalo. Tanto se había esforzado en crear el boceto –en la tienda le pedían un diseño personalizado– de los guantes, además de que no quería dejar sin regalo a su dulce Ochako.

—¿Qué coño haces, bastardo mitad-mitad? —preguntó casi a gritos el rubio musulmán, pues el de ojos heteroctomáticos se había apoyado en el sofá y había metido su mano entre la espalda del rubio y el respaldo del mueble.

Al sacar el brazo tenía en la mano una bolsa negra. Al mirar dentro de esta encontró un par de guantes rosas con decoraciones en negro, parecidos al traje de heroína de Uraraka. Dupuso queede sería el regalo de Midoriya para su novia, por lo que se giró en dirección al chico para entregarle la bolsa.

En ese mismo momento entró Ochako con una sonrisa, la cual desapareció al ver a su novio llorando de desesperación.

—Deku-kun, tranquilo. No pasa nada que no encuentres el regalo. —Insistía la castaña mientras abrazaba a su novio por los hombros.

Mientras, Todoroki esperaba la oportunidad de poder entregarle la bolsa  a Midoriya, cosa que aún no podía hacer debido a que Uraraka estaba consolándolo.

—Pero... —murmuró mirándola a los ojos, dejando notar la tristeza de sus orbes al no poder entregarle el regalo—. Es algo que necesitas y me hacía mucha ilusión regalartelo...

—Midoriya...

—¿Sí, Todoroki-kun?

—Llevo un rato con el regalo en la mano intentando dártelo.

Un silencio sepulcral inundó la sala, pero desapareció cuando los demás empezaron a reír, incluídos Bakugo y Tokoyami.

En medio de las risas y la cara roja de Midoriya, Todoroki le entregó a Uraraka la bolsa con los guantes.

La castaña al ver el regalo se puso a llorar también, pues se había puesto muy feliz gracias al regalo de su novio. Besó la mejilla de éste y le dio un abrazo.

Y bueno, los demás ya pudieron empezar a comer sin problemas.

Entre koseis y risas  [Izuocha]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora