Capítulo 14

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Me gustan sus labios, quiero decir el gusto, el modo como se hunden, como se entreabren, como se escapan. Naturalmente, no es la primera vez que besa. ¿Y eso qué? Después de todo es un alivio volver a besar en la boca y con confianza y con cariño.
(Mario Benedetti)



«—¿Michael, estás bien?

—Yo... Yo... ¿Puedo hacerte una pregunta?»


Alejandro estaba seguro que hace sólo unas semanas no habría soportado estar, en estas circunstancias, con un hombre desnudo: sus cuerpos tan juntos, sus prendas mojándose por la piel húmeda del otro y sintiendo cada centímetro contra él...

Tragó antes de poder concentrarse. Negó, tratando de alejar esos pensamientos, pero Michael obviamente lo tomó como un rechazo porque empezó a retroceder.

Alejandro se apresuró a detenerlo. Sus manos chocando y resbalando con toda esa piel mojada. Quería atrapar sus manos e impedir así que se moviera, pero terminó con las suyas una en su cadera y la otra en su hombro, cerca de su cuello...de aquellas marcas –tan iguales a las de Cris–. Un escalofrío lo recorrió y debió ser mutuo porque ambos se estremecieron. Su voz era casi irreconocible: —Puedes preguntarme lo que quieras, Michael.

Las pestañas de Michael estaban mojadas, pegadas unas con otras; por su rostro corrían algunas gotitas, sus ojos de plata eran casi tan hipnóticos como esos labios gruesos de aspecto húmedo como recién besados...

Alex mordió los suyos y si no fuera porque estaba muy concentrado en ellos y los vio moverse, se habría pedido que Michael habló. Pudo sentir como el rubor caliente subía por sus mejillas. —¿Perdón?

Los labios de Michael se fruncieron en una sonrisa, mientras el dorso de su mano acariciaba su mejilla caliente. —Te pregunté...si alguna vez tú y yo nos besamos.

Alejandro se congeló. Literalmente. No hizo ni dijo nada, sólo sus ojos muy abiertos.

Michael de nuevo lo interpretó mal. —Perdón, yo... Eso fue demasiado directo, personal y quizá insultante, ¿cierto? Espera... Quizá no me expliqué, yo... ¿Y sabes qué? Fue una tontería, yo... Olvida...

Michael, que había estado moviéndose nervioso y buscando desesperadamente una ruta de escape, se detuvo cuando sintió el cuerpo de Alejandro chocar contra el suyo y su espalda contra la fría pared de azulejos.

Los ojos azules de Alex tan intensos, una mirada que ardía y hacía arder algo dentro de él. Algo dentro suyo se estremecía como si quisiera llegar hasta Alejandro... Alejandro que ahora decía: —¿Por qué no pruebas y me lo dices tú mismo? —hizo una pausa y bajó la mirada. Michael creyó que se había arrepentido o quizá se reiría ahora y le diría que era una broma, pero no. Cuando Alex volvió a mirarlo, sus ojos parecían cristalizados como a punto del llanto y su voz se quebró: —¿Por qué no me demuestras que la magia existe, Michael Owl?


«—Creo en lo que veo, tú aquí frente a mí, eso puedo creerlo... Entonces, si la magia existe, podré comprobarlo y creer. ¿No lo crees tú así, Owl?

—Entonces, déjame demostrarte que existe...»

El recuerdo de otro primer beso los golpeó a ambos, las palabras de los dos en aquella aula de Música, justo antes de que Alejandro lo estuviera besando ahora.

Fue como un soplo de vida. El aliento que les faltaba sin que se dieran cuenta. Y,  por primera vez, Alejandro se sintió realmente como un Atrapador de almas porque sintió la de Michael a su disposición, su Michael.

Almas entrelazadas (Gay) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora