Capítulo 19

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Lástima que ellos no tuviesen nada en común. Pero juntos, tal vez podrían hacer una hermosa obra de arte. (...) No había ninguna obra maestra en este mundo como dos personas que estaban destinadas a enamorarse.
(E.Davies)



—Yo creo que no —Alejandro negó, con una sonrisa, mientras tomaba a Susan por la muñeca. No iba a dejar que molestara a Theo y a Cris ahora que por fin se veían y podían arreglar lo que sea que estuviera pasando entre ellos.

Por el rostro de Susan pasaron varias emociones –sorpresa, incredulidad, horror, molestia...–, era como si no hubiera creído capaz a Alex de detenerla, como si no pudiera creer lo que estaba pasando. Sus ojos incluso se oscurecieron un momento con furia, antes de que algo cambiara. Su rostro se suavizó y sus labios se curvaron en una sonrisa coqueta...no, olvida eso, era una sonrisa depredadora. Lo miraba como un depredador mira a su presa antes de devorarla, incluso se humedeció los labios. Alejandro no pudo evitar un estremecimiento.

Todavía parecía que quería huir, pero su hambre ganaba. Sus labios se separaron, parecía a punto de decir algo. Incluso los dedos de su mano libre acariciaron los de Alejandro que todavía rodeaban su muñeca. Había tanto poder en ellos que si pudiera atrapar lo que ellos hacían no dudaría en destrozarlos y comérselos.

Pero entonces fueron interrumpidos por un Mark sonriente –¿por qué rayos sonreía en estos momentos?–, que cambió a una expresión cautelosa cuando notó el ambiente entre ellos. —¿Qué pasa aquí? —una de sus rubias cejas se alzó, mientras se deslizaba de nuevo en su asiento, y señaló sus manos juntas—. Creí que Alejandro tenía pareja y... —dudó antes de agregarlo— que a ti te gustaba Theo —«aunque ese hombre está muy tomado ya» pensó, tenía un alma gemela después de todo y eso no se rompe fácilmente.

Quisiera decir que simplemente no se rompe, pero sería mentira. Sí era posible.

Alejandro la soltó, su respiración pesada. Aunque siguió mirándola con cautela. —No es lo que crees... —dijo e inmediatamente Mark le dio una mirada de incredulidad—, y sí, tengo pareja... —y, oh, la forma en que lo dijo y cómo su rostro y su mirada se iluminaron. Todo eso tenía a Mark muriendo de amor.

En cambio, la expresión de Susan era agria y su mirada emanaba odio puro. Sus labios se torcieron en una mueca desdeñosa y Mark creyó ver garras oscuras –“Maldita Harpía”, pensó– antes de que ocultara sus manos tras su espalda. —No entiendo por qué me tuteas tú, un simple ayudante. Ni por qué Alex —se tomó un momento para sonreírle— te explica. Nadie te debe nada, ni siquiera deberías estar aquí. Pero acabo de recordar que tengo un compromiso —¡ella no contaba con que habría magia de otros seres involucrados!—, pero díganle a Theo que lo veré después en la Central o tal vez incluso pase a su departamento más tarde... —el tono sugerente no se perdió para nadie.

Mark sonrió ampliamente y apoyó los codos en la mesa para estar más cerca. —Yo ya no contaría con eso...

—¿Por qué no? —los ojos de la Harpía se entrecerrron hacia él y detuvo su huida para preguntar.

Mark no dejó de sonreír, él amaba las historias de amor y las parejas predestinadas que luchaban contra el mismísimo destino, mientras señalaba a Theo y Cris que venían de regreso. Ambos con los labios hinchados y enrojecidos; el primero evitaba la mirada de todos, clavando sus ojos en el piso o mirando a cualquier luchar menos a ellos tres, sobre todo no a Susan. Cris luchaba contra una sonrisa, sus ojos brillaban ahora cuando antes habían estado llenos de dolor, aunque había algo de cautela en su expresión: sabía que algo estaba mal aquí.

Almas entrelazadas (Gay) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora