SUFICIENTEMENTE BUENA

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Multimedia: Evanescence – Good enough.

18 de agosto del 2018.

Con molestia. Masajeo mis sienes mientras busco con desesperación unas aspirinas en el botiquín del restaurante o algo que me sirva para aplacar el terrible dolor de cabeza que me aqueja, ya que los últimos días he sentido la tensión al doble en todo mi cuerpo. Sonrío al encontrar el frasco de las aspirinas, de pasada tomo el frasco de pastillas que contienen diclofenaco y complejo B, ya que no dudo de que esto sea por estrés y falta de vitaminas.

El asunto de mi estrés es el siguiente. Desde en hora y punto que Mateo le pidió matrimonio a Becca, los dos acordaron casarse en Ajijic. Y eso es genial, ya que todos los conocidos de Rebecca somos de acá —aunque no hay que dejar de contar la rabieta que hizo Ricardo al escuchar eso, pues desde cuando quiere tener cualquier excusa para viajar —. Pero en todo este mequetrefe, solo hay un detallito. Ella planeó la mayoría de las cosas por teléfono desde Asunción. La misa, los padrinos y algunos invitados. ¿La recepción?

La señorita decidió avisarme que quería mi restaurante para la recepción a los tres días desde que llegó a México. Así que he estado pasando los últimos días hablando con florerías, con expertos en decoración de eventos. Eso sin contar cuando nos pidió que la acompañáramos a comprar su vestido de novia.

¿Saben lo difícil que fue ir a buscar un vestido de novia para una mujer que ya lleva casi siete meses de embarazo?

Rebecca quiso ir por su vestido a Zapotlanejo. En acompañamiento fuimos Isabela, Anahí y yo. Primeramente la mujer quiso ir a comer, pero cuando fuimos a un local donde venden comida mexicana, ella salió casi vomitando del lugar, pues no toleró los olores. Entonces la mujer decantó por comida china. Un platillo con cuatro guisos más arroz o pasta. Si nosotras que pedimos dos guisos y pasta para las tres nos llenamos, ¿Cómo es que ella se pudo comer todo eso? y eso no es todo, Isabela después dijo que el bistec que comimos no era res...

Pero bueno, ella encontró el vestido soñado... en una tienda de vestidos para ceremonia, no especializados para novias, pues ella no quería ir de blanco como la novia tradicional, y no por que creyera en esos mitos que dicen vestido blanco representando pureza —y lo cierto es que ya se encontraba muy panzona —, sino porque así es ella. Siempre contra corriente.

Lo bueno de todo esto es que ella encontró el vestido, hace cuatro días. Y para acabarla de amolar, los floristas y los trabajadores encargados de la decoración llegaron tarde, y no me puedo retirar del lugar porque tengo que supervisar todo. Debo llegar a la casa y arreglarme para estar puntual en el templo, porque soy una de las damas de honor.

Por cierto, la boda es hoy.

Y me estoy volviendo loca.

Y por si esto fuera poco, los padrinos —que son Evangeline y Gerardo —aún no han llegado y faltan tres horas para la ceremonia. Como me odio por haber aceptado ser su ayudante durante su boda. Porque esto sin duda va a acabar con mi salud mental.

Me tomo tres pastillas con un poco de agua para seguir prestándoles mi atención a los floristas, cuidando de que todo salga bien. Extrañada, veo que Nínive entra al lugar —sin estar arreglada —, con un perrito entre sus brazos. Cuento hasta diez antes de dirigirme a donde se encuentra ella.

—Nínive, ¿Qué es esto? —le pregunto con toda la paciencia que logro aparentar en estos momentos. Y digo aparentar, porque ya está comenzando a palpitarme el ojo derecho. Y eso no pinta nada bien.

—Una perrita —me responde con una sonrisa de oreja a oreja.

—Deja que replantee bien mi pregunta —aclaro mi garganta antes de proseguir —. ¿Por qué traes tú a esta perra?

La única excepciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora