BRILLAS.

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Multimedia: Brillas –León Larregui.

6 de marzo del 2018.

Si hay algo que me saca de mi zona de confort, o que me pone en una zona realmente incomoda, son las reuniones familiares y los funerales. Pero esto último en serio encabeza la lista, ya que te toca presenciar cada hipocresía de familiares a los cuales nunca les importaste lo más mínimo en vida, o en cosas más simples como que nunca sabes que decir realmente. Porque aunque compartas la pena con ellos, no lo sientes. Y no hay palabras suficientes para devolverles la paz.

Y algo peor que todo eso es estar en un funeral rodeado de personas a las cuales ni siquiera conoces. Ya que la única persona que conozco —y es por la que estoy aquí —se encuentra escondida, mirando como el velorio trascurre con ella tras bambalinas por miedo a ser vista.

Y lo cierto es que por estas situaciones es que odio a ese hijo de puta que tuvo por novio. ¿Qué tanto daño le pudo haber hecho para temer ser vista en el pueblo donde vivió toda su vida?

Tomo asiento en una de las sillas que se encuentran hasta al final, para dejar a las personas más importantes al inicio. Incluso doy un leve asentimiento con la cabeza cuando personas me murmuran en voz baja: es terrible o es una pena.

¿Qué más puedo decir? Al fin y al cabo. Ella fue importante para muchos. Sobre todo para Denise.

Todos toman asiento al ver que un hombre se dispone a decir algunas palabras a la ya difunta Helena. Después de que diga estas palabras, ella cantará. Eso fue lo que me dijo Denise.

—Buenas tardes —todos guardan silencio al escuchar como carraspea con fuerza para ser escuchado. Si sigue así, va a quedarse sin voz para dar el discurso —. Tenía planeado empezar esto con buen discurso, varias lágrimas de cocodrilo, pero pensé: ¿A esta bruja le gustaría verme de esa manera? —sí que este hombre es cínico. Incluso veo que la amiga rubia de Denise se lleva una mano a la cabeza al escucharlo decir eso —. ¿Alguien aquí tiene una idea de por qué le digo de esa manera? —algunas personas niegan con la cabeza —. Esa sí que es una historia para recordar a esta gran mujer —se aclara la garganta, con menos dureza esta vez.

»Lo increíble de todo esto es que empezó cuando solo éramos unos críos. Bebíamos jugo en un vaso con calcomanía de alguna serie animada y ahora nos bebemos una caguama de un solo trago —suspira —. Esos sí que eran buenos tiempos.

Todos ríen al escucharlo decir eso. Pero a la única risa que le presto atención es a una que se escucha detrás de mí. Volteo y veo que hay una chica de cabello castaño vestida por completo de negro. Su tez es blanca, pero lo que la hace resaltar son esos ojos azules que tiene. Irradian luz. Estoy seguro de que la he visto anteriormente, solo no ubico de dónde.

—Ian —mi atención vuelve al frente al escuchar que lo llaman por su nombre una mujer pelinegra, quien tiene entre sus brazos a una niña.

—Dime amor de mis amores —no puedo evitar reírme al escucharlo decir aquello. Así como también ríe la desconocida que se encuentra detrás mío. Con una seña le indico el asiento vacío. Ella lo toma, no sin antes colocarse una capa alrededor de su cabello.

—Focus —escucho que le dice la mujer.

—Sí, papi —la niña repite lo mismo que la mujer —. Focus.

—Lo cierto es que para nosotros era como la bruja del setenta y uno —todos vuelven a reír —. ¿Piénsenlo? Pelo completamente blanco y corto al estilo rockero. En ocasiones vestía botas negras con picos y un maquillaje que asustaba a cualquiera. Era de esas mujeres que al verlas te daban escalofríos. Después uno crece y se da cuenta de que no es la bruja del setenta y uno. Eso sería ser muy amable con bruja. Más bien seria como Mary Shaw. ¿Y por qué no?

La única excepciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora