EL ROBLE Y EL ARBUSTO

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Ellos: Jamás podrás lograrlo.

Tú: Jamás es mucho tiempo.

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Te hemos enseñado la forma correcta de competir e, incluso, la de compararte.

Aun así, puede que a veces te sientas tentado a hacerlo mal. O a juzgarte  en base  a la  opinión  de los demás. O  a resultados  que no dependen de ti.

La próxima vez que te pase, recuerda la siguiente fábula.

Érase una vez dos semillas que cayeron la una junto a la otra, al borde de un camino.

Una de ellas, concretamente la que se había quedado a un nivel superficial, empezó a brotar más rápido que la otra. Con las primeras lluvias comenzó a crecer a gran velocidad.

Pronto se había convertido en un matojo espectacular.

—Fíjate —comentó uno de los arrieros que pasaban un día por allí—, este árbol promete mucho.
—Sí, qué capacidad para crecer rápido y dar señales de su esplendor —replicó su compañero—. Desde luego, nos ha demostrado su valía y lo lejos que puede llegar.

De la otra semilla, que estaba enterrada a mayor profundidad y apenas había germinado, no hicieron comentario alguno.

Pasaron meses y el matojo se convirtió en un matorral, mientras que de la otra semilla no había despuntado nada visible de la tierra. Al cabo de varios años, el matorral había pasado a ser un formidable arbusto.

Floreciente  y majestuoso,  acaparaba la atención de  cuanto  viajante pasaba por allí. Por aquel entonces, la otra semilla no era más que un simple brote despuntando del suelo.

Pollo:  ¿Nada más que un brote?
Mario Luna:  Nada más.
Pollo:  Qué historia tan triste, ¿no?
Mario Luna:  Eso es precisamente lo que le dijo un transeúnte a otro.

—Fíjate,  ¡qué  triste!  —comentó—.  ¡Si  tan  siquiera  ese  ridículo  brote pudiera tener una décima parte de los atributos del regio arbusto!
—En efecto —respondió su compañero—, cuán más bello paisaje sería si tan sólo el penoso brote hubiese aprendido algo de la capacidad de deslumbrarnos de su floreciente compañero.

Pollo:  ¿Por  qué  se  tienen  que  meter  con  ella?  ¡Hace  lo que puede!
Tu  Mejor Tú:  Sssshhh… Calla y presta atención.

Cuando finalmente el arbusto alcanzó su momento de máximo esplendor, el brote se había convertido en una ramita.

—Qué cosa tan ridícula. Nunca llegará a nada —solían decir los viajeros, riéndose de la ramita—. Hace ya años que pasamos por aquí y mira lo que ha crecido.

Oliva:  ¿Y no se deprimía la ramita?
Mario Luna:  Podría haberlo hecho.

Pero la ramita no los escuchaba. Y, sin prisa pero sin pausa, seguía haciendo su trabajo.

Al cabo de sesenta años, donde había estado el arbusto ya no quedaba nada.

El lugar de la ramita, en cambio, lo ocupaba un imponente y robusto roble firmemente decidido a inspirar con su grandeza el ánimo de todo viajero que pasase por allí.

—Hay que ver lo que son las cosas —le comentó un viajero a otro—, ¿sabes lo que solía decir el abuelo de ese roble?
—Lo mismo que el mío —replicó éste—. Que nunca llegaría a nada.
—¡Ja, ja,  ja,  ja,  ja!  —exclamó  un  tercero—. ¡Qué  necios llegamos a ser cuando juzgamos las cosas por lo que nos muestran, y no por lo que pueden llegar a ser.
—Sí, porque —añadió el primero— ahí donde lo veis con toda su majestuosidad, ¿sabéis qué?
—No me lo digas —se oyó concluir a uno de ellos—: esto sólo es el principio.
—Efectivamente. ¿Sabéis que un roble puede vivir más de mil años?

Excusator:  Muy  bonita  la  fábula,  pero…  Si  la  semilla  del roble era tan molona, ¿por qué tardó tanto en demostrarlo?
Tu  Mejor Tú:  Lo demostró en todo momento.
Mario Luna:  Lo que ocurre es que nadie lo vio.

Era un secreto entre el roble y la tierra.

Pues, mientras que el arbusto pudo crecer de forma rápida y superficial, el roble se había estado enfrentando a retos mucho más exigentes.

Debía asegurarse de que se daban las condiciones adecuadas antes de germinar.  Tenía que esperar a que se acumulasen en su zona suficiente agua y nutrientes.

Y, sobre todo,  se  estaba  dedicando  a desarrollar  profundas  raíces que le permitiesen obtener el alimento necesario.

Tenía, en suma, que desarrollar la estructura de un roble.

Así  que  la  próxima  vez  que  estés  a  punto  de  sentirte  mal  tras  compararte  con  alguien, que te  afecten las opiniones ajenas, que la falta de resultados espectaculares te desanimen, que no entiendas que los retos y dificultades a los que te enfrentas son el abono del que se nutre tu fortaleza, que te sientas tentado a tirar la toalla, a dejar de crecer…

La próxima vez, pregúntatelo.

Pollo:  ¿El qué?

Si no serás la semilla de un roble.

Y si aquello con lo que te comparas y que te desmoraliza no es más que un simple arbusto.

Psicología Del Éxito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora