IV

3K 321 202
                                    

Me asomé por la ventanilla del carruaje, las personas gritaron con emoción en cuanto me vieron así que rápidamente me escondí tapándome con la cortina.

La gente de Obelia está loca.

Nuestra visita a Obelia se volvió pública, y con pública me refiero a qué nos organizaron un desfile y todo.

—¿Era esto necesario?—pregunte irritado escuchando las trompetas con fuerza.

—Vamos primo, eres popular—Aspen miraba a la gente de Obelia felíz— deberías sentirte orgulloso, todo esto lo lograste con tus logros y esfuerzos.

Sí, me sentía orgulloso.

Aspen y yo estábamos en un carruaje aparte, el rey iba en un caballo junto a su consejero y mano derecha, con un desfile de soldados atrás protegiéndolo. Aspen y yo decidimos ir en carruaje, no somos tan idiotas. La comodidad ante todo.

Además, me sirvió para echarme una siesta un rato.

—Creo que serías un buen rey algún día.—Dijo Aspen observando a la muchedumbre gritar nuestro nombre.

La cagaste.

Todo el humor que tenía se fue con ese simple comentario.

No quería ser rey, en mil años seré emperador, me gusta ayudar a las personas, pero es porque yo pasé lo que ellos están sufriendo en estos momentos.

Estamos en un mundo lleno de clases bajas y altas, los nobles se creen con más derecho que los de clase baja y lo aprovechan, mientras los demás se mueren de hambre, a ellos no les importa sí eres un niño huérfano, solo saben interesarse en tener esto y aquello.

No los culpo, me gusta el dinero. Tener dinero es importante, sin dinero no puedes alimentarte y sí no te alimentas no vives literalmente, el dinero es necesario en la vida diaria y tener una fortuna te facilita la vida notablemente, pero aunque yo no tenga la fortuna más grande del mundo no significa que la deseo. Soy feliz con lo que tengo y no necesito más.

—Voy a bajar—dije sin rodeos.

Aspen me miró sorprendido, pero no le dí tiempo de replicar, de un solo salto baje del carruaje bajo la atenta mirada del pueblo de Obelia. Al momento en el que mis pies hicieron contacto con el suelo y subí la mirada, las personas gritaron emocionadas:

—¡Larga vida al príncipe Lucas!—el grito se sincronizó con fuerza.

No soy un príncipe. Estoy muy lejos de serlo.

—¡Lucas, espera!—Aspen intento detenerme, pero antes de eso me teletransporte desapareciendo de su vista.

No fui tan lejos de todos modos, me quedé observando el desfile, podía ver la preocupación en la cara del rey, de seguro piensa que me escape o algo así, ja.

Sí por mí fuera no me lo pienso dos veces y me pillo, pero sí hago eso tendremos a un rey cocinado a la parrilla. Y bueno, ni modo...

Tenía esto planeado, no te preocupes viejo volveré para la cena, ni loco me pierdo la comida. De solo pensarlo se me hace agua la boca. Ah, comida.

¡Demonios! Me desvíe de mís pensamientos, en fin. Concéntrate Lucas.

Tomé mí capa de mago camufleando mí apariencia con ella, pasaba desapercibido cualquiera que me viera pensará que soy un mendigo en busca de algo para comer.

La capucha tapaba mí rostro y ropas, así que sin darle mucha importancia me acerqué a las personas escuchando sus conversaciones. Me vale un pepino sí es mala educación, tengo curiosidad.

La princesa pérdida de Obelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora