XXIX

1.3K 153 68
                                    

Era irónico que afuera estuviera sucediendo una masacre y dentro del palacio todo estuviera tan tranquilo y solitario. No era idiota, tuve que matar a muchos aristócratas de camino aquí que intentaban llevarse algo de valor.

Félix estaba encargándose de todo afuera, confiaba en él, tenía una sed inmensa de sangre, quería matarlos a todos esos bastardos. No es que dudara de la capacidad del caballero para soportar su mana, de hecho, habían experimentado el vacío mágico desde pequeños, no obstante, el hecho de depositar casi toda su magia en él, lograba tensarse. Estaba orgulloso de la fuerza de voluntad de su amigo.

Al mirar el palacio, ver como esos malditos se rodeaban de tantos lujos sin merecerlo sentía una irá inmensa, quería destruir todo. Mí vida fue una mierda por su culpa, esos malditos me torturaron y por poco me matan más de una vez.

Seguí caminando matando a todo aquél que se me atravesará por el medio, todos era fieles a Anastasius, no merecían vivir. No olvidó lo que esos imbéciles le hicieron a mí preciosa Diana una vez.

¿En dónde estás pedazo de mierda?

El palacio tenía un sinfín de pasadizos, refugios, era casi imposible encontrar a alguien tan pronto. Sin embargó no era así para mí, con un simple pensamiento podía hacer qué mí magia me guiará hacía la primera persona que encontrará. Por supuesto que corría de inmediato siguiéndola, no quería tener que gastar magia en teletransportarme, estaba guardando todo para Anastasius.

Sin embargó, cuando deje que esa luz de mana me guiará hacía una de las habitaciones reales, no esperé ver a esa zorra de nuevo. Escondida como una rata.

Penélope temblaba aterrada en cuanto me vio entrar a la habitación, sin embargó se puso de pie como un resorte con una mirada ilusionada que me dejó sorprendido, aunque no lo demostré.

—¡Claude!

Ah, esa voz...

Hace mucho tiempo que no la escuchaba decir mí nombre con tanto entusiasmo, ¿Cuando fue la última vez? Ah sí, cuando la encontré en la cama con mí hermano, y recuerdo perfectamente que me dijo que jamás amaría a un bastardo como yo, aunque ya lo sabía.

Me lastimó, no lo voy a negar. Me lastimó de una forma que pensé que incluso me había roto el corazón, pero lo que sentía por ella no era amor, era cómo un deseo de protegerla, después de todo luego de quedar completamente solo fue la única en demostrar preocupación por mí, por supuesto que su codicia hizo que saliera a luz su verdadera forma.

Y ahora estaba pagando el precio cada día de su vida.

—¡Oh mí! Al fin viniste por mí— grito ella dando unos pasos hacía mí, aún insegura poniendo una mirada de completa pena.

Levanté una de mís cejas sin entender nada, ¿Qué por fin había ido por ella? ¿Qué mierda estaba diciendo?

— Te he esperado por tanto tiempo, estaba muy preocupada, sufrí mucho pero los recuerdos a tu lado cada noche me hacían ver qué todo valía la pena sí podía protegerte— incluso tuvo el descaro de sollozar.

—¿Protegerme? Por favor no me hagas reír, eres una perra codiciosa Penélope, a mí no me engañas con esa carita de niña buena.

Ella se tensó en su lugar nerviosa, miro al suelo mordiendo su labio inferior tembloroso. Se abrazo a ella misma temblando cómo sí quisiera aparentar ser mucho más lamentable.

—¿Qué no lo sabés? ¡Lo hice por tí! Anastasius quería matarte, le suplique que no lo hiciera y a cambio me pidió que lo ayudará a lastimarte, me dijo que de esa forma te dejaría vivir— Penélope alzó la mirada hablando con una voz temblorosa— no tuve opción Claude... ¡Yo te amaba! De hecho te sigo amando, ¿Sabés cómo me sentí después cuando llegaste con esa bailarina de Siodonna? Y aparte la dejaste embarazada, ¡Me olvidaste, me traicionaste! Yo estuve sufriendo a manos de tu hermano para ayudarte mientras tú te acostabas con esa perra...

La princesa pérdida de Obelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora