XX

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Los pasos hacían eco en el largo pasillo, el emperador caminaba indiferente por todas las veces que recorría éste mismo lugar, esperando que algo cambiará.

Justo detrás del trono real, un pasaje secreto conducía directamente a otra habitación subterránea que se mantenía en buen estado. El agua cristalina se mantenía en calma debajo de sus pies separados de ella gracias al puente que conducía directamente a una fuente bañada constantemente por una gran cascada.

Para una persona, era un acto digno de ver, un regalo de los dioses. Pero para Anastasius, era una tortura que le tenía los segundos contados.

Solamente miembros de la familia real sabían de éste lugar, ese lugar donde se escribían destinos, pero por un acto de egoísmo todo podría cambiar en un instante.

Y eso era exactamente lo que él esperaba que pasará.

Llegó al manantial mágico, observando el agua en calma que le mostraba su reflejo, Anastasius frunció sus dos cejas en el momento que tocó el agua y ésta comenzó a crear ondas descontrolada. Tornándose en un color oscuro que desapareció al instante.

- Maldita sea...

Anastasius intentando controlar sus emociones, cerro los ojos pensando justo en lo que quería comprobar, y el agua cristalina mostró al momento justo en el fondo un montón de letras en el lenguaje antigüo.

Pero por más que leyera línea trás línea, seguía siendo lo mismo de siempre.

Esa profecía, esa estúpida profecía...

Ya había logrado su cometido, la única persona capaz de detenerlo ahora estaba bajo su control, pero no esperaba que otro individuo viniera a descontrolar sus planes.

- Muéstrame.

Volvió a tocar el agua, ésta vez con pensamientos distintos, las palabras se disolvieron con el agua en un remolino pequeño, cambiando su color mostrando un ambiente distinto y lugar.

En el, se podía ver a una jóven rubia de ojos azules cuál zafiro, sin embargó, el templo servía para ésto exactamente y al momento reveló su verdadera apariencia mostrando unos ojos extraordinarios de gema ocultos gracias a un artefacto mágico. Sus labios se extendieron en una sonrisa de satisfacción.

-Te encontré, Athanasia.

⚔️

Tengo hambre.

Llevaba en el pueblo un buen rato esperando mí turno para poder comprar unas nuevas telas que requiere Helena para un nuevo vestido, ya era preocupante que llevará tantos días sin trabajo, así que vine tranquila agradecida de que podría despejar mí mente unos momentos.

Pero soy tan estúpida que olvidé que los rumores sobre mí aún continuaban, y con el tema del desfile parece que la zanahoria esa con pechos distribuyó información de mí apariencia exacta, ahora todo el mundo me señalaba y murmuraba.

Maldición, que incómodo es todo ésto. Y para variar la fila es más lenta que un caracol con un bloque encima.

Pero de alguna forma, servía para distraerme de mí mente atormentada. No había conseguido pegar ojo en toda la noche, y a pesar de que Lucas dijo que volvería ésta noche, no le dije ni una sola palabra desde que ví el retrato de mí padre.

La princesa pérdida de Obelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora