VII: Ya No Soy Un novato

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Los goblins eran exactamente como los recordaba: pequeños, débiles y astutos, nada más que niños de siete años armados con lanzas y trampas maliciosas. A pesar de su aspecto y fuerza ridícula, sabíamos que si su número aumentaba, el verdadero peligro surgiría. No subestimar a los goblins era una lección que todo aventurero debía aprender tarde o temprano. Su debilidad física los llevaba a usar estratagemas sucias, como envenenar a sus prisioneros, debilitándolos poco a poco, hasta que incluso el más fuerte sucumbiera a la desesperación. Para mi mala suerte, el veneno era uno de esos problemas que la magia curativa no podía resolver con facilidad.

Estaba atado y rodeado por esas criaturas, sus risas chillantes llenaban el aire mientras intentaban dominarme. Sabían que no podían vencerme en combate directo, así que me golpeaban y me apuñalaban con lanzas desde una distancia segura. Apenas podía moverme, pero en cuanto tuve la oportunidad, sin dudarlo, abrí la boca y mordí con todas mis fuerzas la mano de uno de los goblins. El dolor en su rostro fue mi pequeña victoria, pero sabía que necesitaba algo más.

Toshio: —Meli... sandre... ¡Quítamelos de encima! בָבוֹת—, grité con desesperación, pronunciando el conjuro que invocaba a Melisandre desde su forma sellada.

El dolor que recorría mi cuerpo por las lanzas que me atravesaban se sentía punzante, pero ya estaba comenzando a acostumbrarme a esa sensación. Melisandre salió de mi brazo, como si emergiera de las sombras mismas. Su presencia inmediata en la escena cambió el ambiente por completo; los goblins, que hasta hace un segundo se sentían en control, quedaron congelados por el miedo al ver a la bruja frente a ellos. Sus ojos llenos de terror no los salvaron, y en apenas unos segundos, sus pequeños cuerpos estaban en el suelo, paralizados, después de haber intentado atacarla sin éxito.

Me levanté, forzando mi cuerpo a ponerse de pie mientras sentía cómo las lanzas se desgarraban al salir de mis heridas. Cada una de ellas había perforado mi cota de malla, dejando huecos sangrantes en mi abdomen, mi brazo y mis piernas. El dolor era real, pero sinceramente, ya no me afectaba como antes. Era algo a lo que estaba comenzando a acostumbrarme en este tipo de situaciones. Miré bajo mi túnica y noté los agujeros en la malla, un recordatorio de que la próxima vez debería estar más atento.

Toshio: —Cúbreme... por favor—, pedí, sabiendo que necesitaría tiempo para recuperarme.

Melisandre, aunque seguía alerta, parecía un poco confundida en cuanto a qué hacer. Su naturaleza maldita la hacía vulnerable a ciertos ataques físicos, ya que su maldición sólo funcionaba con contacto directo. Los proyectiles, como flechas o lanzas, seguían siendo una amenaza si no estaba protegida por su magia. Sin embargo, sin pensarlo mucho, tomó una piedra grande del suelo y la sostuvo en alto, lista para lanzarla al siguiente goblin que se atreviera a acercarse.

Mientras ella vigilaba, yo saqué una poción de color carmesí de mi cinturón. Sabía que no podía confiar completamente en la magia curativa en ese momento, así que la bebí de un solo trago. El líquido amargo recorrió mi garganta, dejando un sabor desagradable en mi boca, pero al menos sentí cómo mis heridas comenzaban a sanar rápidamente. La regeneración era lo único que me mantendría en pie por unos minutos más, pero el verdadero problema era el veneno. Ya podía sentir el ardor y la picazón extendiéndose por mi cuerpo, una señal de que el veneno empezaba a hacer efecto.

Dudé por un momento, considerando sacar el amuleto y lanzar un hechizo curativo completo, como ya había hecho en otras ocasiones. Pero algo en mí me decía que debía guardar energías; sabía que la batalla no había terminado, y con los goblins nunca se sabe cuántos más podrían estar escondidos, esperando para atacar. No era el momento de gastar todo mi poder, así que decidí aguantar. Esto me daría algunos minutos antes de que el veneno comenzara a afectarme de verdad, y confiaba en que podría encontrar una solución antes de que fuera demasiado tarde.

Crónicas Del Héroe: El Sendero Del DébilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora