Como cambia todo de color

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Son las 9:30 de la mañana y el zoológico que su padre cuidó con tanto empeño está todavía vacio; el público empezará a llegar pasadas las 11, probablemente. Lena cruza las taquillas hasta el camino de piedra donde se levantan casi una docena de kioscos que permanecen cerrados. La joven sonríe al recordar el algodón de azúcar que a veces compartía con su padre en esos mismos caminos, cuando Lionel la llevaba a las revisiones mensuales del lugar. El cariño que le traen los recuerdos desaparece tan pronto como recuerda las razones por las que está donde está. Han pasado muchos años, ya.

Justo antes de la intersección entre el aviario y los antílopes, el camino se desvía hacia una puerta de metal donde un letrero se erige: SOLO PERSONAL AUTORIZADO. Lena atraviesa el portón y se encuentra con un edificio familiar. Se trata de cinco cabañas interconectadas a lo largo de un área verde. Es el área administrativa de LuthorPlanet: un grupo de oficinas en conjunto con un comedor para los trabajadores y un área de descanso donde pasó mucho tiempo en la infancia. En el presente, Lena puede ver a varios grupos desperdigados de jóvenes que, como ella, visten el uniforme oficial de LuthorPlanet. Ninguno aparenta pasar de los 20 años y la mayoría parecen conocerse, esto la intimida ligeramente.

–¿Ya están todos aquí? –un joven de camisa y cardigan sale de una de las oficinas con un montón de hojas en la mano y una pluma detrás de la oreja– Bien, bien. Recuerden que hoy es día libre, estamos esperando mucha gente –se escucha una suerte de quejido general– ¡Ya sé, ya sé! –el muchacho se encoge de hombros extendiendo sus manos agitandolas en el aire– Ahora, venga, todos a trabajar, el horario de almuerzo ya está colgado en el tablón de anuncios.

Hay un revoloteo general. El grupo de muchachos se separa, algunos caminan hacia el tablón de anuncios, otros salen directo hacia sus labores. Lena suspira, lista para dejar la zona de confort de su anonimato.

–Eh, hola –antes de que el muchacho se retire, ella se apresura a saludarlo– Soy nueva aquí. Eh, soy Lena... Luthor...

El muchacho la mira.

–¿Lena Luthor?

–¿Sí?

–¡Hola! –el muchacho le extiende la mano, Lena la estrecha, algo confundida– Winn Schott, mucho gusto, t–tu madre me dijo que vendrías, pero pensé que...

–¿Que iba a ser tu jefa? –Lena se ríe; hasta ahora, no se le había ocurrido lo que su apellido iba a desencadenar.

–Algo así –Winn se ríe, acariciando su nuca pensativo– Supuse que ibas a–

–¡WINN! Argh, lo siento mucho, tenía todo calculado para llegar, no sé que me pasó –todo pasa muy rápido: antes de que Winn pueda terminar de hablar, una joven rubia, en coleta y de anteojos negros gesticula alterada frente a ellos– salí a tiempo pero, ah, supongo que me distraje, prometo que es la última vez que pasa...

Lena tiene la impresión de que la promesa de la chica es recurrente, pero Winn usa un tono de voz comprensivo y le pone una mano en el hombro.

–Está bien, Kara, acabamos de empezar, no te preocupes –el joven le sonríe.

Kara asiente acomodandose las gafas, intentando tranquilizarse y entonces mira a Lena, como si apenas la notara. Winn lo nota e interviene.

–Kara, ella es Lena –Winn señala a la joven de pelo negro– Va a trabajar con nosotros desde hoy.

–¡Hola! Kara Danvers –la sonrisa de la rubia es un golpe metafórico en la cara de la heredera; sus dientes son muy blancos y sus mejillas son muy rosas, pero no tanto como sus labios... Luego, detrás de las gafas negras, tiene unos ojos cuyo tono de azul, Lena nunca ha visto antes. La futura heredera no puede evitar sonrojarse y lo sabe, pero se maldice por ello, mientras estrecha su mano.

El momento más felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora