El día que hizo más viento que nunca

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—¿Estás nerviosa? Por irte, quiero decir... —a la mitad de la limpieza final del herpetario, Kara rompe el silencio sereno entre ambas. Lena levanta la mirada de su labor en la computadora y mira a Kara, sonriendo un poco, reflexiva.

—Un poco —comenta cambiando su rostro a una mueca algo incómoda y Kara ríe apenas— Es una ciudad nueva, y clases nuevas y, uhm—

—¡Lo harás genial! —exclama Kara optimista, terminando con la última mancha de dedos infantiles sobre la jaula vidriosa de Marvin, la tortuga— Tus profesores no tienen idea de el prodigio que está a punto de llegar a sus aulas...

—Hm... —Lena se ríe un poco rodando los ojos incrédula— Lo único que realmente temo es extrañarte... —comenta entonces y Kara asiente, tras un suspiro.

—Cuatro meses pasan muy rápido —Kara murmura esas cinco palabras que ya se han vuelto casi un mantra y por un momento, hay una tensión tristona y pesada entre ambas. Hasta que Lena asiente.

—¿Todo va a estar bien?

—Todo va a estar bien —Kara sonríe ampliamente y se acerca a Lena para tomar sus manos— Cuando menos te lo esperes, estaremos de camino a la universidad, juntas... —la joven sonríe ante su propia fantasía— ya verás... pasaremos de camino a comprar café al Noonan's más cercano y luego, te dejaré frente a tu edificio, y al final del día, voy a recogerte, con hamburguesas de Big Belly Burger, cenaremos y luego te dejaré en paz para que hagas tu complicadísima tarea...

Lena ríe enternecida.

—¿Por qué tienes que ser tan adorable? —Kara se sonroja— Ahora quiero besarte y no puedo... —la joven señala la cámara de seguridad sobre ellas.

Kara sonríe y luego la mira, algo pícara. Lena lo nota y arquea la ceja, como cuestionándola.

—¿Qué pasa?

—Hm, ¿ves que Lord me pidió que revisara los planos del herpetario en estos días? —Lena asiente— Pues, uhm, descubrí que la bodega no tiene cámaras —la manera en que Kara se sonroja hace a Lena sentir una punzada de calor en todo el cuerpo.

—¡Kara Danvers! —exclama riendo— ¿Estás segura? —la joven se muerde el labio.

—Pregunté por ahí para confirmar... —Kara ríe atravesando la oficina hacia la bodega y asoma la cabeza, buscando en las esquinas del lugar— Según Jonn, tu papá lo encontró innecesario porque prefería confiar en sus empleados...

Lena ríe también y sigue a Kara, luego de bloquear la cerradura de la entrada al herpetario.

—¡Ah! Recuérdame avisarle a Alex que nos llegó una bolsa de alpistle por error —dice la rubia, recordando de pronto, al ver la bolsa de alimento para pájaro frente a ella, pero antes de que pueda decir más, Lena la está apresando contra la pared y sus labios ya están sobre los de ella.

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Así, entre los labios de Kara, los reptiles y las galletas de miel de Eliza, el tiempo vuela.

Tras un par de semanas, el otoño ha llegado. Las hojas de los árboles frente a la casa de Winn y James, que alguna vez fueron verdes, comienzan a caer, ahora empezando a verse rojizas. Lena mira a su alrededor; sus amigos se desperdigan alrededor de la sala del lugar.

Junto a ella, Sam y James sirven el ron barato del día en vasitos pequeños, mientras Nia y Kara intentan explicarle a Barney la función práctica de una piñata.

—¿Para qué construirla en primer lugar, entonces? —pregunta el joven consternado, y las dos chicas se miran sin saber qué decir.

—¡Último día del verano! —exclama entonces James— ¿Saben qué significa eso? —pregunta alzando la botella mientras termina de vaciarla en los vasos.

El momento más felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora