Capítulo 35

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Con la muerte de los Goblins, Redsara insistió en que ya no tenían nada que hacer en ese lugar y pidió a Serena y a Santiago que la acompañaran a otro templo de Grimstan, su objetivo era llevar a la Heroína ante las monjas que habitaban ese lugar.

—¿Para qué necesitáis que la heroína esté allí? —preguntó Santiago, ya que en ese momento era el único que tenía algo de voluntad, mientras Serena comenzaba a seguir a Redsara víctima del miedo y el trauma por haber matado al Goblin.

—Cierto, María me comentó que os fuisteis antes de que ocurriera, vuestros..."Amigos" Ziz y Garudo, mataron a la Sacerdotisa e intentaron violar su cadáver justo después de que os fuerais —explicó la Paladín, dando la misma información que había recibido ella de María y confiando en que la palabra de la monja era cierta.

—Espera ¿¡Qué!?¿Ziz y Garudo? —exclamaron sorprendidos los dos chicos a la vez, Serena recuperando su voluntad y capacidad del habla; los dos chicos se quedaron quietos, y Redsara detuvo su marcha—. Es imposible, conozco a Garudo desde hace mucho tiempo, puede que sea inmaduro, idiota, molesto y un narcisista, pero él sería incapaz de matar a alguien, creo, a veces decía cosas muy turbias —exclamó Serena, al no creerse lo que estaba diciendo Redsara.

—Sí, opino lo mismo, además Ziz, bueno, Ziz, él es...Siempre saludaba, estoy seguro de que tampoco lo haría —añadió Santiago, intentando defender a Ziz, y siendo incapaz por no conocerlo prácticamente de nada, ya que hasta ese año nunca habían coincidido en la misma clase, y solo lo habían hecho porque Ziz había repetido curso.

—Dios, se la han cargado —exclamaron a continuación los dos a la vez, pensando seriamente si sus amigos podrían o no matar a alguien para intentar violarlo.

Redsara se había quedado callada dando a los dos chicos tiempo para que pensaran y dijeran lo que tenían que decir sobre el asunto, cuando vio que habían desistido en intentar defender a Ziz y a Garudo, continuó explicándoles lo que le habían preguntado.

—Con la Sacerdotisa muerta, hemos perdido a la mayor gobernante del templo de Grimstan, por eso, vamos a ir de templo en templo, para que la Heroína encuentre a la que será la próxima sucesora —explicó reanudando su marcha hacia el camino que estaban siguiendo los chicos antes de decidir intentar volver al templo de Elea.

—¿Cómo sabré quién es la persona adecuada? 

—No lo sé, puede hacerlo de la forma que vea correcta, intentar que pasen una prueba, hacerles preguntas, aunque posiblemente lo sepa en cuanto la vea, como una intuición de que esa chica es la correcta —explicó la mujer, mientras caminaba en medio de la oscuridad orientándose con simplemente su vista.

—¿Cómo puedes ver? Ni siquiera hay luna —preguntó Santiago, curioso por las capacidades de la Paladín.

Redsara pasó por completo de la pregunta del chico, ya que consideraba que era estúpida, y más viniendo de un usuario de magia como ella.

—¿Podrías contestarle? —preguntó Serena.

—Señorita, por esta vez lo haré, pero no espere que conteste una estupidez en el futuro —dijo la mujer, tras un fuerte suspiro de cansancio—. Escudero, escucha, magia —contestó a continuación, de una forma que parecía no ser una explicación de verdad e infravalorando la inteligencia del chico.

Santiago se quedó callado al escuchar la arisca contestación de la mujer.

A la mañana siguiente, en la casa de Amata, Ziz y la elfa estaban tumbados en la cama, ambos todavía estaban dormidos.

—¿Estás despierto? —preguntó Amata, despertándose y acercándose a Ziz para abrazarlo y despertarlo si el chico todavía no lo estaba.

—Sí, estaba pensando —contestó el chico—. He cometido un error haciéndolo contigo —añadió a continuación. 

La elfa se sorprendió enseguida y le preguntó por qué y si no le había gustado porque ella era inexperta y tuvo que enseñarle a hacer todo desde el principio, Ziz solo disintió con la cabeza y prosiguió a explicarle por qué había sido un error.

—Me voy hoy —dijo el chico, levantándose—. Y bueno, parece que solo me acosté contigo para abandonarte —explicó a continuación, comenzando a vestirse.

En ese momento Enleavor entró apresurada a la habitación, estaba nerviosa y acelerada y parecía que había corrido por una larga distancia para llegar hasta allí.

—¡Ziz! Es Ga...¡Lo siento! —gritó, cerrando la puerta al ver que Ziz estaba medio desnudo y Amata estaba desnuda de cintura para arriba y con el resto cubierto por la mantas de su cama.

Amata se levantó para vestirse, y cuando ambos terminaron, abrieron la puerta para que Enleavor pasara.

—¿Qué pasa?¿Por qué estás tan preocupada? —preguntó Amata, mientras Ziz se intentaba ir por la puerta, por el presentimiento de que la elfa le iba a pedir que hiciera algo.

—Es Garudo, lo han metido en la cárcel —contestó, poniéndose delante de Ziz, impidiéndole el paso.

—Vale, es una pena ¿Puedes dejar que me vaya? Hoy planeaba irme y...

—Tienes que ayudarlo —pidió la elfa, poniéndose de rodillas para suplicar al chico que lo hiciera.

Ziz se quedó un rato pensativo, y tras unos segundos, solo dijo "No" y pasó por encima de Enleavor. La elfa se levantó enseguida y detuvo a Ziz agarrándolo del brazo.

—Garudo es tu amigo, tienes que ayudarlo —insistió la elfa.

—En ningún momento se ha dicho que es mi amigo, así que esa afirmación es mentira —contestó el chico, haciendo fuerza para librarse del agarre de Enleavor—. ¿Qué coño te han dado de comer? —exclamó, siendo incapaz de escapar de la elfa por culpa de la fuerza de esta—. Además ¿Qué te importa? No me importa a mí y lo conozco desde hace mucho más tiempo.

—Es que, creo que ha empezado a gustarme, es muy atento, amable y tiene gustos muy similares a los míos —contestó la elfa sonrojándose, y haciendo que Amata, que hasta ese momento se había mantenido fuera de la conversación entre los dos, exclamara alegrandose por su amiga.

—Si te gusta tanto ayúdalo tú, yo tengo cosas que hacer, como irme.

—No puedo, hacerlo me convertiría en una criminal y tendría que ser ejecutada o escapar de las ciudades elfas para siempre, y siendo elfa me es muy complicado por todo el racismo, esclavitud, prostitución forzada y violaciones de ellos que hay por el mundo —contestó la elfa—. Tu por otro lado eres humano, y además ya te estás yendo.

—Aunque me estoy marchando, tengo que poder volver para casarme con Amata.

Ziz seguía intentando irse, pero cada vez que parecía que iba a conseguirlo la elfa aumentaba la fuerza de su agarre haciéndoselo más complicado. Ante la complicación de escapar, Ziz puso su mano delante de su boca y miró fijamente a la elfa.

—Enleavor, estoy detrás de ti.

Enleavor giró la cabeza sorprendida por haber escuchado la voz de Garudo, sin embargo, detrás de ella no había nadie con excepción de Amata, la elfa se enfadó ante el engaño, pero antes de que pudiera girar la cabeza para mirar a Ziz de nuevo, se cayó al suelo, Ziz se había cortado el brazo utilizando la pala y los mitones de comunicación. 

—Odio a tu prometido —exclamó, dirigiéndose a Amata.

—Espera un momento —dijo la chica, acercándose a la ventana y sacando la cabeza por ella—. Ziz, salva a Garudo —pidió la chica, pillando al chico saliendo por la puerta.

Ziz volvió a entrar, y subió de nuevo hasta la habitación.

—Amata, no puedo hacerlo ¿Y lo nuestro? —preguntó el chico, intentando negarse a hacerlo.

—Hazlo por mí —dijo, poniendo ojos de cachorrito.

Ziz suspiró por la capacidad que estaba sintiendo a negarle algo a Amata, y enseguida le pidió a Enleavor que lo llevara hasta el lugar donde había sido encarcelado Garudo.

El Mundo Detrás Del ArcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora