Capítulo 31

8 4 2
                                    

Ziz terminó de preparar la cena, y fue a junto a Amata con los dos platos sobre una bandeja; la elfa estaba sentada en uno de los sillones con la chimenea encendida, se había quedado dormida leyendo un libro, Ziz colocó la bandeja sobre uno de los otros sillones e intentó despertar a Amata, la chica enseguida reaccionó y sonrió al ver el rostro de Ziz.

—¿Dónde sueles comer? —preguntó el chico, recogiendo la bandeja para llevarla hasta donde la chica le dijera.

—En casa de Enleavor —contestó enseguida, recibiendo una aclaración por parte del chico—. Ah, cuando Enleavor hace de comer aquí, solemos comer sentadas en estos sillones —contestó la elfa a continuación.

Ziz le acercó el plato y se sentó en el otro sillón para comenzar a comer; Amata miraba extrañada el plato que le había dado el chico, los filetes los había comido otras veces, pero era la primera vez que veía las patatas fritas.

—¿Qué es esto? —preguntó Amata, agarrando una de las patatas fritas para mostrársela a Ziz.

—Patatas fritas ¿Nunca las has comido?

Amata lo negó con un sonido y se la metió en la boca para comprobar como era su sabor, al probarlas enseguida se enamoró de esa comida, y le habló entusiasmada a Ziz por lo bien que sabían, parecía una niña pequeña que acababa de descubrir algo increíble y quería que todo el mundo supiera lo genial que era esa cosa; Amata continuó comiendo todo a una velocidad en la que cualquiera se preguntaría si de verdad estaba saboreando lo que estaba comiendo, y de no ser porque de vez en cuando se detenía en seco para exclamar lo buenas que estaban las patatas, Ziz hubiera creído lo mismo.

—No es para tanto —comentó el chico, ya que de donde el venía no era normal esa reacción por simples patatas fritas.

La elfa terminó de comer y llevó el plato a la cocina, para regresar junto a Ziz, el chico todavía no había terminado, pero le faltaba poco.

—¿Sabes preparar más cosas ricas? —preguntó la elfa con brillo en los ojos.

—Sé cocinar algunas cosas que saben bien, pero no sé si las has comido alguna vez —contestó el chico, pensando qué otras comidas podía no haber probado Amata.

Ziz finalmente terminó de comer, Amata le cogió el plato y lo llevó a la cocina para regresar de nuevo a la misma velocidad que la primera vez.

—¿Qué sueles hacer después de cenar? —preguntó el chico, mirando que en su móvil ponía que todavía eran las nueve y media.

—Bueno, hablo con Enleavor sobre libros o leo algo, generalmente algo que me haya recomendado —contestó la elfa.

Ziz examinó de nuevo la lista de la cara sonriente, la amistad de Amata había cambiado y ahora estaba en sesenta y ocho, a continuación, el chico cerró la aplicación de la mochila y sacó sus cascos para escuchar música.

—No te lo he preguntado hasta ahora ¿Qué es esa cosa? —preguntó en cuanto el chico, enchufó el adaptador de los cascos en su teléfono.

—¿Esto? —preguntó, alzando un poco el móvil—. Es un teléfono, se usa para tener contacto con gente a largas distancias entre otras muchas cosas.

Amata se sintió interesada por lo que el chico le había explicado y se levantó de su sillón para sentarse sobre las piernas del chico, algo que alteró por completo a este.

—¿Qué haces? —preguntó el chico, intentando soportar los instintos que estaban tratando de tomar el control en ese momento.

—Enséñame más, lo usas con el dedo ¿Verdad?¿Para qué sirve este botón? —dijo, señalando el icono de un libro, porque era el que más le llamaba la atención.

—Es donde escribo —contestó el chico, aún intentando soportar la tentación.

Amata giró la cabeza para mirarlo con ilusión, una notificación saltó de repente, haciendo que Ziz desviara su mirada para ver que era, en ella indicaba que la amistad de Amata había vuelto a subir, pero esta vez solo en cinco puntos; por otro lado, la elfa no mostró interés por el sonido y se dio la vuelta, colocando sus rodillas a cada lado de una de las piernas de Ziz, la tentación que sentía el chico había descendido por no tener a la chica directamente sobre él, pero el rostro de Amata estaba cada vez más cerca.

—¿Escribes?¿Libros? —preguntó ilusionada. Aunque no lo había demostrado hasta ese momento, la elfa era aún peor con los libros que Enleavor, una persona que aunque le encantaban los libros también dedicaba su tiempo libre a otros pasatiempos—. Enleavor me dijo que odiabas leer, por eso intentaba mantenerme calmada cuando hablaba de ellos —mencionó la chica. 

—Cálmate, sí que odio leer —dijo el chico, provocando que la elfa se decepcionara y apoyara su tren inferior sobre las piernas de Ziz, volviendo a provocar su excitación, y haciendo que volviera a aparecer una notificación en la que el afecto de la elfa había descendido diez puntos.

—Oh, lo siento, no quería molestarte, es que me gustan los libros, y me hacia ilusión que compartiéramos eso, puede que me haya pasado un poco de eufórica, no volverá a pasar —se disculpó la elfa, aún apoyada sobre los muslos del chico—. ¿Qué escribes entonces?¿Un diario? —preguntó desanimada.

—No, escribo libros, pero odio leer —aclaró el chico, dejando algo confusa a la elfa, al principio iba a preguntarle como era eso posible, pero, en cuanto abrió la boca lo único que pudo preguntarle era si le dejaba leer algo.

Ziz asintió, volviendo a animar la elfa. Amata se giró de nuevo y volvió a sentarse sobre las piernas del chico, sin embargo, solo hizo que se calmara un poco, debido a que la posición anterior era más tentadora.

—¿Qué quieres leer? —preguntó el chico, mirando entre sus historias.

—¿Cuál es tu favorito?

—Las crónicas del dios loco —contestó el chico sin un atismo de duda.

El Mundo Detrás Del ArcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora