VII

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Mis días son cada vez más largos y aburridos, ya a veces se me olvida comer, y recurrentemente pienso en tomar pastillas para dormir, pero luego la madurez llama a mi puerta recordándome que debo seguir con mi vida y no vivir de la irrealidad.

4pm. Una taza de té y una tostada.
6pm. Recostado en el sofá leyendo.
8pm. Limpiando mis muebles.
9pm. Hora de dormir.

Nunca en mi larga vida, creí que dormir se volvería tan interesante para mi.
Me preparé con mi pijama que tenía listo y arreglado desde hace casi una hora solo por la emoción, además de que estaba decaído, al momento en que toqué el suave colchón y sus sábanas, reanudé la aventura.
El lugar estaba tal cual lo recordaba, solo que el señor vanidoso no estaba, y me cubría una manta rayada con rosa y azul.
Me levanté cauteloso y al asegurarme retomé mi vuelo, al planeta del contador de estrellas, me pregunto en que número va ahora.
Me tomó unos 5 minutos llegar a mi destino, y al llegar no vi nada más que una mesa y una calculadora en ella, supongo que el señor se actualizó en estos momentos, aunque la sorpresa solo se acumuló al ver un gran 0 en ella. ¿Por qué no estaba toda esa gran cifra de estrellas contadas en la calculadora?
Un bostezo se escuchó desde el otro lado de la mesa, me dirigí a él y encontré al habitante del pequeño planeta.

-Tú de nuevo niño, que te dije sobre las interrupciones. - me dijo indiferente.
-pero no hay nada que pueda interrumpir- repliqué sintiéndome como un niño pequeño otra vez.
-sé que tienes razón niño, pero me niego a dártela.
-entonces dígame el por qué, de siendo que hay tantas estrellas, su calculadora solo muestre un gran cero- dije haciendo un círculo con mi índice en el aire.
-ya no hay estrellas que contar... me apoderé de todas y no hay razón para seguir haciéndolo, ya no sé qué hacer con todas ellas, no se para que las he tenido todo este tiempo, no pensé que este día llegaría- me dijo el señor de negocios.
-puede regalarlas, dar una estrella a cada buena persona, quizá así tenga otro pasatiempo, ya que todas son suyas y no sabe qué hacer con ellas, de una a cada persona del universo, y nunca terminará- dije entusiasmado con mi respuesta.
El señor de negocios, o contador, como prefieran llamarlo, me mostro unos brillos muy singulares en sus ojos, quizá de esperanza y alegría.
-tienes razón niño, eres sabio, y esta vez, esperaré a una nueva interrupción de ti, creo que puede ayudarme en mi siguiente trabajo- terminó tomando una hoja de papel, un lápiz, anotó un nombre, y luego lo firmó. Me entregó el papel.
-aquí tienes tu estrella, niño.
Dijo antes de poner un número muy grande en la calculadora, y empezar a restar mientras anotaba nombres y nombres, dándole estrellas a todo en universo.
Tome mi papel, lo doble y guarde en mi bolsillo, me despedí y volví a dirigirme a las aves que me llevarían a el siguiente planeta, aunque sabía que despertaría nuevamente...

El regreso del Príncipe (Principito 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora