III

146 7 0
                                    

Luego de volver de las compras para el desayuno, me preparé algo simple, nada más que un té caliente, y un pedazo de pastel traído del super mercado.
Me senté en mi larga mesa, que cada día ve más vacía y sin vida, aunque he tomado la idea de adoptar a una mascota, no me veo en condiciones de cuidar a otro ser junto conmigo.
Comí lentamente pensando en cuanto me quedaba de vida, me siento melancólico y tranquilo, pero realmente vacío. Al terminar me dirijo a mi estudio, al entrar miro mis estantes llenos de pintura, acrílicos, y pinceles varios. Entre el desorden veo unas figuritas de ''las chicas superpoderosas'', que no tengo hace mucho, recuerdo que las compré en una tienda de chucherías nada más por la nostalgia.
Las corrí para tomar acrílicos varios y pintar, tratando de inspirarme mientras tenía una copa de vino en mano.
Estuve unas horas frente al lienzo, copa tras copa, y la inspiración se iba al igual que las ganas, al final opté por tomar un descanso ''una siesta no hará mal'' pensé...
Tardé unos minutos en conciliar el sueño, realmente estaba agotado, aunque no se realmente de que.
Todo se oscureció y sentí como si hubiera caído al suelo de manera lenta, una pluma sobre la tierra polvorienta y de un color bastante oscuro. Y me doy cuenta de donde realmente vine a parar.
Abrí nuevamente los ojos, pero no estaba en mi cama, ni mucho menos en mi estudio de arte con mi vieja bata.
Me sentí bastante más joven y lleno de energía, el aire se respiraba frío y lejos de cualquier contaminante, aun así, no logro reconocer completamente mi paradero. Miré todo con hasta que mi vista se volvió completamente despejada, y no estaba en otro lugar, que el pequeño planeta del principito, pero todo se veía destrozado, y estos horribles árboles de los que alguna vez me habló el chico, habían consumido su diminuto esteroide.
Varias raíces de los baobabs se encontraban negras, evidentemente habían sido quemadas, y eso me hacía recordar otra cosa, los volcanes del principito. Supongo que hicieron erupción y quemaron varias raíces y plantas de los baobabs, pero por lo que se ve, no se les hizo complicada la tarea de terminar con todo el territorio.
No quise pensar en la pequeña rosa...
Me tomé un tiempo para ver cómo estaba parado, unas botas negras, un traje largo verde, y una capa roja rasgada me cubrían como vestimenta. Mi mano estaba vendada por un trozo de la capa, y cuando me toque el cabello, dos risos rubios cayeron junto con mi mano.
-Este... Este no soy yo- dije para mí mismo, sin esperarme una respuesta, me doy cuenta que la descripción concordaba con el principito, solo que ya no era un principito, era más bien un príncipe adulto, pero se sentía toda esa energía proveniente del corazón.

El regreso del Príncipe (Principito 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora