Portarse Mal.

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Sofía me llevo a la oficina y en verdad necesita más lecciones de manejo.

—¿Y si llamo a Germán para que venga por ti?

—Solo necesito practicar mamá, desde que vendiste el auto no he conducido. —No estoy cómoda, aun así.

—John. —El portero del edificio. —Acompaña a mi hija a la escuela, cualquier cosa me llamas. Por favor.

—No será necesario John, ya llegué. Tranquila yo iré con ella. —Gracias a Dios llego Germán.

—Gracias John.

—Para servirle señorita.

—Aquí están las llaves de mi auto, no creo usarlo hoy. —Me las entrego.

—Claro, nos vemos en el partido de hoy.

—Estoy muy nervioso, inicia la temporada, Travis es muy exigente con respecto al equipo. Y sin contar que me odia.

—Lo harás bien, además eres un buen jugador y tu papá irá al partido.

—¿Crees que hoy si llegue?

—Hay que darle una última oportunidad.

—Solo por ti. Te quiero. —Dejo un beso en mi frente y subió al auto.

Sofía.

Al llegar al estacionamiento de Kennedy me entró el miedo. ¿En qué mierda pensaba al aceptar esto?

—¿Puedo huir?

—Claro que no, es una escuela como cualquiera Sofía.

—No, aquí hay chico super brillantes y ricos y deportistas super dotados.

—Y tú eres Sofía Robledo. Así que andando. —Bajo del auto y yo no. Tuve el que sacarme a la fuerza. —Te mandaron el horario para que evites ir a orientación y esperes tu turno. Ahí siempre hay chicos becados esperando asignación.

Mire mi correo y es verdad, ya está mi horario.

—¿Cuál es tu primera clase?

—Literatura. —Me tomo de los hombros y me hizo girar para caminar en dirección al salón, pero terminé en el suelo.

—Muy maduro David. —Me ayudó a levantarme ya que no veo nada. Tengo algo blanco en mi cara.

—Miren quien volvió, la niña salió de su escondite.

—No tengo tiempo Travis. —Conque él es el idiota Travis. Limpie mis ojos y tomé el plato donde quedó mi cara y se lo estampe en la cara a ese idiota. Todos me miran azorados.

—Si, ahora que saliste de tu escondite puedo hacer esto.

—¿Quién fregados te crees? —Germán me puso detrás de él.

—Es mi hermana.

—No me creo, soy papito y si no quieres que tus partes sufran aléjate de mi hermano. —Volví a poner el plato sobre su cara y lo quité de mi camino. Eso pasa cuando se meten con una latina.

—Estas muerto Cooper. —No dijo eso verdad. Regrese mi caminar y el solo se me plantó enfrente retándome. —¿Es algo humillante que tu hermanita te tenga que defender no crees Cooper?

—¿Es más humillante que uno cincuenta metros le paté el trasero a uno de dos metros y medio no crees? —No me quita la mirada furiosa. —¿Aun te duele? —Intente tocar su nariz morada, pero me detuvo la mano.

—Claro, nos vemos luego. —No sé de qué se ríe. —Cuídate Cooper. —Se fue.

—Enana, yo puedo defenderme solo.

Mi desastre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora