Te Quiero Papá.

19 2 0
                                    

Ruby.

—Señorita Robledo llamada de México. —Mierda, tenemos un cliente en la sala de conferencias y México aún sigue en crisis.

—Atiende esa llamada, yo me encargo de la presentación. —Dejo un beso en mis labios y se fue.

Dos horas me tomo arreglar esto, a esta hora Graham ya debió terminar con esto.

Su secretaria me hizo señas de que aún sigue en la sala. Entre.

—Buenas tardes perdón la tardanza. —Ay no.

—Descuide.

—Amor te presento a Carlos Luisiano, diseñador de moda y dueño de la marca de la Nascar luisiano. —Por supuesto que lo conozco a la perfección, es el padre de Sofia. Me quede callada. —Nos busca para construir la mansión para su esposa e hija.

—Lamento informarle que no somos una constructora independiente, lo mínimo que se hacemos son fraccionamientos enteros y de lujo. Lamento no poder ayudarlo.

—En todo caso quiero ese fraccionamiento, mi esposa y su hija merecen lo mejor. —Su hija, su hija. —Ella merece lo mejor y tengo entendido que usted es la mejor. —Esto es impresionante, estoy frente a él y su sonrisa no me hace temblar, no me hace quererlo besar hasta sus últimas consecuencias.

—Lamentablemente estamos llenos, vuelva en... No sé 20 años y quizás tengamos espacio para usted. Le hice llegar unos papeles con su abogado, por favor fírmelos y queda libre de todo. —Graham, aunque no entiende nada me apoyo.

—Conoce la salida. —Salió detrás de mí.

—¿Cuánto tengo que rogar para que me dejes ir al estadio a ver a los Yankees jugar? —Sofia se quedó helada al verlo.

—Hola Sofia.

—¿Papá me ayudas a convencer a mamá? —Se abrazo de Graham.

—Solo si tu madre y yo vamos, amo el Beisbol.

—Señor luisiano que gusto verlo de nuevo.

—Lexon, el gusto es mío. Salúdame a tus padres. —Se fue. Travis lo conoce, que novedad.

—Sofia es hora. —Mire a mi hija la cual no deja ese abrazo con Graham. —Vayan ustedes y Travis. —El chico me miro. —Cuídala, no la dejes sola por favor.

—Por supuesto señora Cooper. —Eso le arranco una sonrisa a Graham.

—Te quiero papá. —Sofia acabas de hacer muy feliz a este hombre. —No lo olvides.

—También te quiero hermosa. —Llame al vale para que tuvieran el auto listo. Ellos se fueron. —¿Voy a explotar?

—Seguramente, vamos al departamento.

Sofia.

En cuanto subí al auto una lagrima salió la cual limpié de inmediato.

—No tienes que ser fuerte siempre Sofia. —Por supuesto que sí.

—Vamos al partido. —Arranco.

Ruby.

Al llegar al departamento quite mis zapatos y lance la bolsa al suelo, necesito mucho alcohol en estos momentos.

—Es el padre de Sofia ¿Cierto? —Ni siquiera me mira, su vista esta perdía en el enorme ventanal hacia central park.

—No, solo es mi esposo. —Se giro molesto.

—No, el murió.

—Para mí murió. —Tan solo de recordar ese día, ese día que me grito que me consideraba una mujerzuela al ser madre de la hija de otro hombre. —Murió el día que llamo a Sofia Bastarda.

—Hijo de perra. —Estrello su puño contra el cristal, no le paso nada, pero su mano, bueno eso es otra cosa.

—El no podía tener hijos, esta aferrado a que debía tener un heredero. —Deje la copa para tomar la botella entera y beberla. —Fue idea de él la inseminación artificial. —No puedo parar de llorar. —Por meses buscamos candidatos, exploramos todos las formas y métodos hasta que encontramos uno perfecto, ojos azules como los de él, cabello rizado como el mío, tés blanca y una genética limpia. Era perfecto.

—Pero no era su hijo. —Comprende todo.

—Todo el embarazo fue perfecto, no había nada que se me antojara que no ordenara que me lo prepararan, el decoro su habitación, se mantenía de compras de un lado a otro gritando a los 4 vientos que sería padre. —La botella se acabó, intente abrir otra pero el me la quito.

—¿Qué cambio? —Me subió a la barra para llegarle al rostro, limpia mis lágrimas, pero en segundos mi rostro ya está lleno de ellas de nuevo.

—El día que nació Sofia, la tomo en sus brazos y su rostro cambio. Fue de horror. La entrego a una enfermera y se largó a un bar. —Se aparto de mi para ir ahora el por una botella, me dio la otra. —Por años no dijo nada, crio a Sofia como el padre más seco del mundo, no la abrazaba, no la besaba. Jamás la llamo hija.
Un día en una entrevista para la Nascar le preguntaron cuál era su mayor orgullo en esta vida. Su respuesta fue conocerme. Al llegar a casa Sofia corrió a él para felicitarlo y el la quito. Venía con cámaras a mostrar la sala de trofeos de su familia, cuando le preguntaron por su bebe él dijo que murió en el parto.
Sofia lo escucho y le grito que no era verdad, que ella está viva. Él le respondió tú no eres mi hija.
Peleamos mucho ese día, me propuso dar en adopción a Sofia, que él se encargaría de que una buena familia la acogiera y nosotros seguir siendo la familia perfecta sin hijos.

—Quiero matarlo en este instante.

—Esa noche tome mis cosas, las de Sofia y tome el primer avión que saliera, fue a New York.
Firmo la renuncia a Sofia, pero el divorcio no. Jamás lo va a hacer. —Frustrado tomo su teléfono.

—Quiero que me escuches bien porque no lo voy a repetir, quiero reconocer legalmente a Sofía y que metas una orden de restricción a nombre de Carlos luisiano, no puede acercarse a mi hija. —Se giro a verme. —Y a mi mujer. —Es su hermano. —Además busca la forma de que su matrimonio desparezca, pon a toda la puta firma en esto si es necesaria. No te pago millones para que me falles. —Me quito la botella. —Tomas me da igual, esto se queda en silencio y haces lo que te dije o busco a alguien más. —Le acaba de dar en su orgullo. —Se que puedo confiar. También te quiero. —Al colgar lanzo el teléfono al suelo, me bajo de la barra para llevarme al baño y metió en la regadera. —No dejare que nada les pase, ni a ti o Sofia les faltara algo mientras yo viva.

—Perdón por ocultarlo, no quería que cargaras con algo que no te correspondía.

—No te tengo que disculpar nada, protegías a Sofia. Eso te hace mi maldito orgullo, me hace saber la clase de mujer que tengo, el que defiendas a morir a mi hijo, joder mujer yo no te merezco al ser el peor padre del mundo.

—No lo eres, German te ama y aunque no te lo dice, está muy orgulloso de lo que su padre ha logrado.

—Y yo de lo maravillosa persona que es, y eso es gracias a ti.

—A ambos. —Lo bese. —Ama a mi hija, ámame a mí y jamás nos dejes ir.

—Jamás.

Mi desastre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora