2: Delirios

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Madeleine

20 años atrás...

Camino por los pasillos de mi casa, me detengo oyendo sollozos y gemidos, presiono el puño entonces me acerco a la habitación matrimonial, sin ningún pudor abro la puerta irradiando ira. Encuentro a mi marido sobre esa prostituta otra vez, así que aprieto los dientes de la rabia que tengo.

―Me das asco ―declaro.

―¡¡Cierra la boca y no molestes, lárgate!! ―me grita pero no me muevo ni un centímetro, enseguida se levanta, así que me golpea con mucha intensidad, por eso es que caigo al suelo ―Dije que te largues ―expresa serio.

Despacio pongo la mano sobre mi bolsillo.

―En nuestra propia cama... ―expreso con rabia y saco el cuchillo, se lo clavo en el pie ―¡¡En nuestra propia cama no!!

Grita adolorido y me levanto del suelo, corro hasta la mujer. Me quito saco y la cubro con este. Puedo ver el miedo en sus ojos.

―Yo...

―Lo siento, no puedo ayudarte, vete con el guardia ahora ―le índico.

Se levanta corriendo, se oye la puerta de salida y el auto llevándosela al prostíbulo. Raid está furioso, me mira con ira al pararse del suelo. Camina hasta mí con la peor de las oscuridades, el odio incondicional por haberle arruinado la tarde con su puta favorita, pero no me importa, si he sido obligada a casarme con este tipo, mínimo que me respete el cuarto.

―¡¿Quién te crees que eres?! ―Me pega otra vez aunque en esta ocasión no me caigo, aunque sí me agarro el rostro por el dolor.

Tengo dos golpes en una sola tarde, pero no interesa, no voy a dejarme pisotear, no voy a dejar que me vea llorar como antes.

―¡¡A mí me respetas!! ―le contesto y se ríe.

―¿Yo? ¿A ti? ―Me agarra del cabello y me empuja contra la pared ―¡¡Vete a la mierda, Madeleine!!

―Muérete.

―Ya quisieras ―se burla.

―Te odio tanto ―Lo miro a los ojos cuando suelta mi cabello y me agarra con fuerza del cuello ―. Eres un asco.

―¿Y crees que yo te soporto? ―Alza una ceja ―No me vengas con esas, Maddie, te detesto tanto como tú a mí ―expresa cerca de mi rostro ―. Nuestro matrimonio es una farsa para quedarnos con el dinero de tu familia, tú no eres nadie para mí, solo un objeto como todas, no me pidas respeto solo porque firme un papel, estúpida.

―Eres un infeliz, te quiero lejos de mis hijos, eres una asquerosa y mala influencia para ellos, arruinas nuestra casa con tu sucio pene.

―No metas a nuestros hijos en esto, además te gusta mi pene, no digas bobadas ―Se ríe.

―¡Me das asco, no traigas más a tus amantes aquí!

―¿Ni a tu amiga? ―se burla y lo miro con desprecio ―¿Qué? Lea no es prostituta, no hay donde hacerlo.

Lo empujo apartándolo.

―No quiero escuchar de tu asqueroso amorío con Leandra, si quieres tener sexo con ella, bien, tenlo ¡En un hotel! En mi casa no ―dictamino severa.

Él solo se carcajea.

―También es mi casa, son mis hijos y por supuesto también son mis mujeres, y tú perteneces a este último grupo, así que acéptalo, ya tenemos tiempo de casados.

Perversa Oscuridad: CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora