Madeleine
Sigue ahí, mirándome, sus ojos penetrantes no dejan de observarme, pero también sé que no está allí. Él sonríe como si se encontrara en este pequeño cuarto blanco conmigo, sin embargo todo es producto de mi mente perturbada, por el encierro de hace tantos años.
―¿Por qué no te vas? ―le digo a la ilusión de mi marido.
Raid sonríe con malicia y señala el suelo, entonces veo las pastillas que tiré.
―Porque no quieres dejarme ―responde.
Soy consciente de que no es real, pero no puedo evitarlo, y tiene razón, soy masoquista al querer quedarme en mi mundo de fantasía. Es todo tan confuso, por momentos creo que está vivo y por otros, recuerdo que Christofer me dijo que se encuentra muerto. Me siento en una ruleta rusa como si de nuevo estuviera en el prostíbulo, pero mis ojos me recuerdan que estoy encerrada en otro lugar. Mi mente juega con mi percepción de la realidad una y otra vez.
Ni siquiera me acuerdo de cuando tiré las pastillas.
Me sobresalto al oír una puerta abrirse, creo que es el horario en que el doctor viene a revisar. Bajo de la cama y oculto los medicamentos debajo de esta. Me levanto rápido cuando entra al cuarto, veo que usa la misma tarjeta magnética de siempre, entonces decido actuar.
―¿Cómo te sientes hoy? ―Sonríe Johnson.
―Quiero agradecerle, he estado mejor.
―¿Ya no tienes mareos? Puedo asegurar que son solo efectos secundarios de las pastillas, no te estoy adormilando a propósito ni nada ―Se ríe.
―Lo sé, lo sé.
Le creo, he notado cuando las tomo, que me siento en la realidad, en el presente, las ilusiones de Raid desaparecen y no me confundo tanto, pero soy tan terca que prefiero no tomarlas. Además sigo confinada aquí, en contra de mi voluntad, si realmente esas pastillas sirven, con tranquilidad podría irme de aquí. Sin embargo me mantienen en este lugar, que ni siquiera es un hospital psiquiátrico.
Me gustaría saber qué están haciendo mis hijos, seguro han crecido tanto y ni siquiera saben que estoy viva, se siente tan raro todo esto, nunca me planteé que podría volverlos a ver, estuve tan obsesionada con Raid, que acepté que me encerrara sin ninguna objeción.
¿Dónde está?
Muerto.
Mi cerebro me juega malas pasadas de vez en cuando y luego lo olvido de nuevo, pero ahora debo concentrarme en esa tarjeta magnética. Me acerco al doctor, entonces lo abrazo y queda sorprendido.
―Muchas gracias, John ―agrego para hacer más creíble el asunto y distraerlo, acto seguido le robo la tarjeta ―¿Me traerías un vaso de agua? Estoy sedienta.
Asiente y sale del cuarto que se cierra solo, con una traba automática, pero yo ya tengo la llave. Sonrío acercándome hasta allí, entonces abro la puerta. Espero a que cruce el corredor, entonces me acerco a la salida, hago un gesto de victoria cuando la tarjeta magnética funciona. Avanzo por el pasillo y voy a paso rápido al ver un ascensor. Presiono unos botones, así que entro, elijo Planta Baja y desciendo ansiosa. Un guardia me ve en el camino, pero no me hace caso, parece que gente entra y sale todo el tiempo. Hay muchas cámaras de seguridad, debo apresurarme. Cruzo la última puerta nerviosa y salgo a la calle, se ve tan distinta, aunque no tengo idea de dónde me encuentro.
Busco una cabina telefónica aunque ni sé si todavía existen, han pasado años, deben llamarse de otra forma. Para mi suerte sí encuentro una, levanto el tubo y me quedo pensativa ¿A quién debería llamar? ¿A la policía? El único número que recuerdo es el de... pero no creo que lo siga teniendo. Aunque no pierdo nada con intentar. Antes de elegir a las autoridades, prefiero llamarla a ella.
Marco los números y se escucha cada presión de botón. Es una llamada por cobrar, pero qué más da, es la única opción que tengo. Pongo el tubo en mi oreja y espero a que me atienda. Ojalá tuviera suerte, necesito un milagro.
―¿Hola? ―Oigo su voz y me sobresalto.
―¡Leandra! ―le digo a mi amiga y se hace un silencio interminable para mí.
―¿Maddie? ―expresa sorprendida.
―¡Sí, soy yo, estoy viva! ―le explico emocionada.
De repente se corta la llamada, oigo aquel característico "tu, tu, tu" de las películas cuando te cuelgan, pero no fue ella, este aparato se rompió.
―Lo rompieron ―me corrige la ilusión de mi marido.
Giro mi vista y veo venir a Raid hacia mí, luego regreso a la realidad, entonces la silueta que se acerca es la de Christofer, así que frunzo el ceño cuando él se saca los anteojos de sol y me sonríe como si no hubiera hecho nada.
―Creo que empezamos con el pie izquierdo ―dice el morocho.
―¿Cómo hiciste eso? ―Apoyo el tubo en la cabina.
―Contactos ―expresa con confianza y mueve la cabeza para hacer un gesto de señalar ―. Acompáñame ―Mira su auto.
―No ―digo cortante ―. Tengo que hablar con mi familia.
―¿De verdad crees que sea lo correcto? Que te vean en tu estado, no me parece una buena idea.
―Señor Crager, no va a manipularme ―expreso fríamente.
Sonríe.
―¿Por qué piensas eso? Yo solo pretendo ser tu aliado.
―La hipocresía se te nota en toda la cara, llévame a un hospital de verdad ―dictamino severa.
Despacio se acerca hasta mí y me toca el cabello.
―Te necesito conmigo.
―No soy tu conejillo de indias, y no vas a hacer que desista, ¿sabes por qué?
―¿Por qué? ―pregunta tranquilo.
―Porque no eres Raid Rockefelle.
―Tu marido te hubiera obligado, yo estoy siendo amable.
―Falso, solo escondes tus intensiones, mediante esa tranquilidad que conllevas, pero a mí no me engañas, Christofer.
―Lo admito ―Se ríe ―. Tienes razón, soy muy hipócrita ¿Pero qué tiene de malo invitar a una mujer a cenar? ¿Qué delito he cometido? ―Se muerde el labio inferior ―Una hermosa fémina merece respeto, ¿no lo cree usted?
Lo miro confundida.
―No sé a dónde quiere llegar.
―Ya le dije, empezamos con el pie izquierdo, acompáñame ―Me ofrece su mano ―. No voy a desistir, puedo quedarme aquí parado toda la tarde.
Es un manipulador experto.
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Perversa Oscuridad: Cristales
Action"Cuidado con buscar cristales en la oscuridad, te puedes cortar". Por Viviana Valeria V.