5: Pacto

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Madeleine

Llueve, observo parada frente a la ventana como las gotas caen, tengo un vilo de recuerdo de haberle dicho a Christofer algo pero no sé el qué, siento que lo confundí con Raid, sin embargo mi desmemoria me pasa un mal trago, y hablando de eso necesito uno y bien fuerte, aunque con tantas pastillas no creo que se pueda.

Todo es tan gris ahora ¿Aunque cuándo no lo fue? Los momentos felices se esfuman tan velozmente, por eso me pierdo en mis desvaríos. Anhelo la libertad pero creo que me perdería en ella si me dejo partir. Quizás en otro momento hubiera estado más cuerda y caminaría por las calles sin importar qué ocurriera. Igualmente soy terca y lo haría de todas formas, ya que debería ser mi decisión.

¿Cuándo fue la última vez que elegí por mí misma? ¿Sería capaz? Es un deseo que da temor pero al mismo tiempo me intriga mucho.

Empieza a llover más fuerte, la tormenta no me distrae del sonido de la puerta de mi habitación, que en realidad no sé si debería denominarla así, porque no la siento como mía.

―Christofer ―lo nombro al verlo ―¿Y el doctor? ―pregunto mirando la hora del reloj colgado en aquella pared blanca.

―Se fue, tenía cosas personales que hacer ―me cuenta ―¿Ya no me confundirás con tu esposo? ―Sonríe cambiando de tema.

―No sé por qué lo hago ―Miro al suelo.

Da unos pasos acercándose despacio hacia mí.

―Estuve pensando... ―Hace una pausa ―y quizás podríamos hacer un pacto, solo tú y yo, nadie más puede saber.

Frunzo el ceño y lo vuelvo a observar.

―¿Y quién más podría enterarse?

―Verás, puedo ser el jefe de la empresa, pero no trabajo solo, ¿entiendes?

―Mm comprendo ―Me lo pienso ―¿Cuál es el pacto? ―Alzo una ceja.

―Dímelo tú.

Me río.

―¿Qué?

―Sí, dime qué quieres.

―Creo que ya sabes lo que deseo, pero no me lo vas a dar.

―No puedo liberarte, Madeleine ―me aclara ―. Te necesito aquí, eres especial, importante para esta empresa y para mí, de verdad, no te miento.

―No me interesan tus explicaciones ―expreso muy molesta.

―Ojalá lo hicieras y así entenderías lo que quiero expresarte.

―Nunca ―digo cortante ―. Te haces el hombre ideal, sofisticado y perfecto, pero nada más eres un vil secuestrador, acéptalo.

Se ríe.

―Solo te trato de la mejor manera posible, soy prudente contigo, de verdad que no estoy intentando hacerte daño ―Pone la mano donde está su corazón.

―Tienes una máscara de hipocresía, quítatela, a mí no me engañas, me has sacado mi libertad y eso es provocarme daño de todas maneras, daño psicológico, ¿entiendes o te lo deletreo?

Sonríe y baja despacio la mano de sobre su chaqueta.

―No quiero lastimar tu alma, esa ya está herida por culpa de la de tu marido fallecido, yo solo quiero ayudarte.

Trago saliva.

―Solo tergiversas las cosas ―digo con angustia.

―No quiero discutir, piensa algo que sí pueda ofrecerte y luego respóndeme ―Se da la vuelta y veo cómo se retira, luego se escucha el sonido de la traba del cuarto.

Me pregunto si mi vida será el infierno, si la felicidad tan solo será efímera, vendrá un rato y se va, ojalá pudiera sentir otra sensación. Necesito alejarme de mi oscuridad y concentrarme, utilizar la oportunidad del pacto para escapar. Una idea tiene que surgir entre tanta confusión en mi cerebro.

―Pídele que te cambie de cuarto ―Veo a la ilusión de mi marido fallecido y me quedo tildada observándolo ―. Qué buena idea se me ocurrió, ¿no? ―Sonríe ampliamente.

En realidad es mi idea, porque eres producto de mi imaginación.

Christofer

Necesito encargarme de Leandra, como conseguir alguna manera de que se largue y no me arruine los planes. Se ve que está interesada en mí, aunque creo que es más por la presencia de Madeleine. Algún tipo de competencia que tiene contra ella. Más que amiga parece otra cosa. Como sea, ya he esperado lo suficiente, necesito saber si mi huésped ha decido qué pacto haremos para que se quede aquí tranquila. Me levanto de mi silla y me dirijo al cuarto en el que se encuentra ella, entonces abro, visualizo que otra vez observa la ventana, así que se gira a mirarme, entonces sonríe.

―No tardaste mucho ―opina.

―Por tu expresión parece que ya decidiste ―Sonrío.

Su rostro se vuelve serio.

―Quiero otro cuarto ―dice directo.

―Que cambies de habitación no hará que se te haga más fácil escapar ―le aclaro.

Da unos pasos hacia mí y se pone muy cerca, tanto que su rostro está a centímetros del mío, creo que me coquetea.

―Quiero un cuarto contigo.

Que jugada más inteligente, ¿o debería decir peligrosa? Aunque la pregunta más asertiva sería, ¿para quién sería un problema eso? 

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Espero que les haya gustado ❤

Uhhh la cosa se puso fire 7u7r

Agradezco a las personas que me ayudaron a salir del bloqueo sugiriéndome palabras sueltas para que pueda escribirlo, espero que un día puedan leer este capítulo, se los dedico 💕

Atte: Vivi.

Perversa Oscuridad: CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora