16: Pasión

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Madeleine

Los trabajadores de Christofer se encargan de todo el desastre ocasionado por mí en el edificio, mientras yo me acerco a mis hijos, primero abrazo a Edgard, porque no tuve la oportunidad de hacerlo antes y lo peor es que lo confundí con Demián, luego camino despacio hasta Hermes, lo observo fijamente.

―No puedo odiarte ―le digo directo y él se queda serio mirándome.

―Madre... ―me habla su hermano, que se encuentra nervioso, preocupado y se nota bastante angustiado ―deberías escuchar toda la historia.

Miro de reojo al rubio.

―Ya sé lo que pasó ―le respondo y vuelvo a observar a Hermes ―. Eso no lo justifica pero... acabo de matar a un hombre, de hecho acabo de asesinar al abuelo de ustedes y tampoco me puedo justificar. Entiendo que hay cosas que no hay forma de cambiarlas, cosas que ocurrieron así, de una manera determinada y ya están en el pasado, no las puedo arreglar, ni aunque deseara volver el tiempo atrás para detener todas estas catástrofes.

―Madre ―vuelve a hablar Hermes ―. A mí también me duele la muerte de Demián ―confiesa ―. Perdóname.

―No, perdóname tú ―Suspiro y bajo la vista ―. Siento tanto estar tan enfocada en tu padre, que cuando juré protegerlos no lo cumplí como esperaba, he sido una mala madre ―digo con tristeza.

―No es así...

―Mírate ―Lo vuelvo a observar ―. La Máquina de Matar, no hay ningún gesto en tu rostro y sé que estás sufriendo, porque una madre sabe ―Pongo la mano en donde está mi corazón ―. Lo sé, pero no fue suficiente conocer la magnitud del problema, porque no hice nada ―Mis ojos se humedecen y regreso a ver el suelo ―. Demián estaría vivo, tú no te comportarías así y... ―Giro mi vista hacia Edgard ―¿Quién sabe qué cosas horribles te tocó pasar? Mi pequeño, mi dulce y tierno, Edgard.

―Mamá... ―Llora mi hijo menor.

―Madre... ―me llama Hermes y hago lo que no hice desde un principio.

Abrazarlo y brindarle mi cariño, le hago una señal a Edgard, entonces también lo abrazo a él.

―Mis hijos, mis bellos hijos ―Sollozo ―. Han crecido tanto, pero al fin los tengo en mis brazos.

Christofer

Días después de lo ocurrido, me encuentro en mi oficina, todo ha vuelto a la normalidad, con la diferencia que Madeleine luego de lo que pasó, me ha enseñado una gran lección, no tengo porqué odiar a mi hija por seguir su camino, uno de corrupción al igual que el mío. De la misma forma en que Madeleine se ha propuesto seguir adelante, yo también puedo decir que he mejorado, el rencor ya no forma parte de mí, todo gracias a ella.

Mi única preocupación ahora es que el trato con Keyla no sirviera para nada, desearía tener certeza de la seguridad de Madeleine y solo puedo hacerlo de una manera, aunque no estoy por completo convencido de que acepte. Ojala que sí, así podre cuidarla y protegerla, por las dudas de que nada haya funcionado como queríamos, pero por sobre toda las cosas, por nuestros sentimientos, esos valen oro.

Maddie entra a mi oficina y yo alzo la vista, entonces solo sonrío por tan solo verla. Me levanto de mi silla y me acerco hasta ella, tomo sus manos.

―Madeleine.

―¿Me buscabas? ―Sonríe con esa mirada que produce armonia.

Perversa Oscuridad: CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora