Soy nadie y peor a la vez.

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¿Cómo empezar de cero cuando mi vida quedó varada en menos uno?

Todo se inició cuando me diagnosticaron trastorno de la personalidad. ¿Qué imaginan stedes al escuchar que jamás van a ser felices? Queremos creer que a uno nunca le va a tocar; todo se convierte en una pesadilla al ver que el mundo se derrumba a mis pies, al saber que jamás voy a alcanzar la felicidad, y que no había estado equivocada al pensar que era diferente de los demás.

Yo sólo quiero jugar, salir, quiero enamorarme, vivir una vida como la de los otros, que me resulta tan extraña y ajena. Pero ésa no es mi realidad, y no tengo motivos para seguir adelante con este infierno. Me lo paso organizando mi muerte, me enloquece el hecho de querer morir y no poder concretarlo. Nunca lo dije, pero mi vida es una catarata de mierda continua...

Cuando estoy desesperada hasta agotar todas las opciones (escribir, llamar a alguien, llorar, gritar) recurro a los cortes. Al no poder expresar con palabras el dolor que siento por dentro, mi cuerpo se convierte en las páginas que demuestran mis penas, probando al máximo sus límites y mi resistencia. Ese ardor en la piel, ver la sangre correr por mi piel, me permite manifestar lo que realmente es mi vida. Es algo que no puedo controlar, necesito cortarme cada vez más.

Mi familia no acepta mi adicción por la autoflagelación-, mis amigos no entienden por qué me hago tanto daño, me tienen lástima, y se alejan constantemente. Nadie comprende que con los cortes, mordeduras y quemaduras mi cuerpo grita mi angustia desesperante. Estoy obligada a sangrar porque es la única forma de expresar lo que siento. Es mi forma no verbal de comunicarme, ya que nadie toleraría escuchar mi necesidad de desaparecer por completode este mundo. Mis cicatrices revelan cada instante de desesperación, de dolor, por no poder entender la depresión que me acosa desde que tengo memoria.

A veces desearía volver a nacer, para ser lo que los que amo quieren que sea; pero quédense tranquilos, yo tampoco estoy conforme conmigo misma. Quisiera saber por qué la vida tuvo que ser tan injusta conmigo, por qué siempre terminé perdiendo, por qué Dios me abandonó, en qué fallé, qué hice mal. Soy nadie y la peor a la vez. Me odio por ser tan imperfecta, por dejarme vencer, por cortarme y lastimarme. ME ODIO PORQUE ES LO ÚNICO QUE SÉ HACER Y ME SALE BIEN.

Estoy atrapada en un círculo vicioso. Mi vida se basa en despertar, llorar, sangrar, gritar y volver a dormir. ¡Ah! y comer, siempre comer, a cualquier hora y en cualquier lugar, la comida es la única compañía con la que desahogo mi dolor, es mi aliada, mi escudo protector con el que me aíslo del mundo. El momento de comer es un ritual privado en el que sólo somos ella y yo, que me acepta tal cual soy y no me hace preguntas. Siempre vi otra realidad. No importaba si el sol brillaba, yo estaba tan ciega que no iba a ver su luz. Me miraba en el espejo y creía estar viendo a un fantasma. Un fantasma que no quería ser. Nunca estuve conforme con lo que era. No era normal. Era diferente, pero no por eso me hacía especial. Siempre dando pasos tardíos, siempre buscando un refugio, porque me lastimaba hasta el aire. Era demasiado frágil. Sufría por todo, y por nada al mismo tiempo.

Creía ser insuficiente. Insuficientemente linda, exitosa, y buena. Era la más egoísta, la peor mierda del mundo. Quería morir aun cuando no sabía lo que implicaba intentarlo. Era menos que cualquiera; aún así, encabezaba la lista de los más inútiles. Los demás, sin darse cuenta de lo que estás viviendo, te empiezan a poner nombres, «egoísta» (porque sólo pienso en mí), «asesina» (porque, según ellos, voy a matar a todos», «loca» (porque es anormal hacer eso), «enferma» (porque sólo una persona así puede sentir esto).

Todavía recuerdo la expresión en la cara de mi hermana, mezcla de odio y tristeza, cuando me gritó que era una inútil y, en otras palabras, una vergüenza para la familia, un fracaso. Esta enfermedad me incapacita para estudiar, relacionarme con gente, en fin, llevar una vida normal. No es fácil aceptar que el mundo te deja afuera, cuando te rechaza hasta tu propia conciencia.

Hace dos años que dejé de estudiar. Sí, no terminé el colegio ni me recibí de bachiller. No me importa aprender lo que el resto sabe porque no me serviría de nada ya que no vivo en su mundo; en realidad, no vivo.

A veces siento que deseo desaparecer pero, por el contrario, me ensancho hasta ocupar un lugar inútil, ya que mi peso no deja de aumentar.

Cada vez más deforme.

Cada vez más sola.

Cada vez más cortes...

F.I.L.O.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora