Te quiero así, loca y real.

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El amor por Eduardo me consumía en forma tal que, a pesar de la medicación, me costaba dormir. Quería poseerlo, que fuera sólo mío, hasta me dolía sentir que otros pacientes ocupaban mi lugar. Mi necesidad de afecto es tan grande que necesitaba creer que para él era la única, que podía ser su vida, su mundo, y me desesperaba por no tenerlo conmigo.

Una noche de julio de 2006 acababa de agregar a un hombre como contacto del msn, el tipo, de la nada, me empezó a bardear mal. Me repetía «Aceptó lo inútil que sos...»

Estaba quebrándome de angustia por Eduardo y encima ese desconocido lo único que hacía era discutir conmigo. Me ganó la impotencia, bajé a la cocina y saqué del cajón, donde mi mamá la guardaba, la caja de Rivotril. Me tomé 17 comprimidos juntos, y al rato estaba en otro mundo. No me acuerdo mucho del resto, salvo por lo que me contó mi hermana.

Recuerdo ese día como si fuera hoy, ella en su habitación escuchando a Marilyn Manson a todo volumen, hamacándose de un lado a otro en la silla giratoria, con las meditas casi en el aire. Me acerqué, la besé, la tomé fuerte de las manos y me di cuenta de que estaba muy tensionada, casi dura. Sabía que algo andaba mal, pero no quería pensar mucho, me negaba a suponer lo peor porque me dolía sentir que la perdía.

Inconscientemente, me fui a la habitación de mi mamá creyendo que nada pasaba, que ella estaba bien. A la media hora veo que viene hacia mí. Me sorprendí, estaba rara. Pensé que mamá le había dado una dosis más alta de medicación, pero era muy temprano para eso. Comencé a sospechar que algo había hecho. Le pregunté si tenía hambre-, me respondió que sí con una voz distinta, estaba ida. La dejé unos minutos sola para ir a buscar comida. No quería preguntarle a mamá si le había dado la medicación ya que, en caso contrario, íbamos a estar en problemas, no quería que se la llevaran de mí y, egoístamente, como de costumbre, me quise apoderar de la situación. Cuando subí, estaba dormida, la desperté diciéndole que le había traído la comida. «¿Qué comida?», me preguntó con la mirada perdida y la voz temblorosa. Me asusté, el corazón me latía con fuerza. Le pregunté si había tomado algo. «Me rompieron el corazón», contestó en su delirio. La reté, más asustada todavía. Se contradijo, diciéndome que no había tomado nada, así que le palpé el pecho, donde siempre llevaba escondida su Gillette, y encontré las tiras de Rivotril vacías. Deseaba estar soñando, no podía creer que a mi hermana le estuviera pasando eso, era una pesadilla de las peores.

No podía más, papá y mamá lo tenían que saber, ya no podía manejarlo yo sola.

Les dije que mi hermana quería morir, no lo podían creer. Mamá entró en su habitación y yo me quedé atrás de la puerta, escuchando cómo la retaba.

No quería que la destrozaran más de lo que ya estaba. No justificaba lo que había hecho, pero la entendía. Estaba al límite de su propio sufrimiento, jugando con la vida.

Llamaron a una ambulancia de emergencias. Cuando oí la sirena, me encerré con los perros {Lupi y Rocky), los abrazaba porque ellos también lloraban. Me puse a cantar, casi sin ganas, una canción de Luis Fonsi; algunos de sus versos me calmaban, me hacían olvidar el dolor y tener esperanzas: «...Paso a paso, mirando hacia adelante, paso a paso, todo se cura con amor... la noche pasará y paso a paso aprenderás a ser más fuerte y yo iré contigo... aunque se caiga el mundo, aguanta un poco más, estamos juntos hasta el final...»

Salí de mi habitación, asustada por el profundo silenció que invadió la casa, y la vi a través de ¡as escaleras, en una camilla blanca, tapada con una frazada, de la mano de mamá. No sé si ella me vio, pero yo sentí que ése era el límite de todo, desde ahí iba a cambiar la situación... sinceramente, no sabía cuándo la iba a volver a ver. Se me había terminado el mundo, la vida, en ese segundo en que ella había atentado contra la suya. Mamá se fue en la ambulancia y papá se quedó conmigo, en casa. Me llevó a lo de mi abuelo Maño, y la casa se quedó sola, vacía, con un historial de angustia que jamás olvidaremos.

F.I.L.O.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora