Psicópata, fea e inútil: 0800-44-Giuliana

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Si bien a los quince ya estaba convirtiéndome en mujer (a pesar de que mi cuerpo hubiera decretado hacerlo cuatro años atrás) no dejaba de ser una nena para mi familia, aunque me veían crecidita, me seguían tratando como a una bebé. Me vigilaban todo el tiempo, no me dejaban quedarme, ni salir sola, ni con nadie que no fuera de la familia, o alguna amiga. Me sobreprotegían, quizá porque me veían muy débil y tenían miedo de que me quebrara al primer golpe. Pero esa protección era contraproducente ya que ante un mínimo aire de libertad me descontrolaba. Así, aprovechaba las horas en soledad, es decir sin que papá ni mamá estuvieran supervisando todo lo que hacía o dejaba de hacer, para cortarme y sangrar en abundancia. El placer de ver la sangre corriendo por mi piel, se hizo cada vez mayor. Si la habían dejado a mi hermana como custodia mientras salían, lo hacía delante de ella, amenazándola con intentar algo peor si no me dejaba descargarme así, e instándola a cortarse junto conmigo. Pero generalmente me cortaba cuando me quedaba despierta toda la noche, chateando o navegando por Internet. Despierta (porque cuando no lo estaba no hacía más que dormir) estaba todo el tiempo internada en la PC, y podía pasar horas y horas sin hacer otra cosa más que tipear y tipear. Era mi forma de hacer amigos, mi comunicación con el exterior, y aceptaba cuanto contacto por cadena apareciera en el msn, con el nick de «Alma muriendo». En realidad gorda inservible, pero lo de «alma» al menos quedaba poético. Debía tener un alma muy chiquita, escondida muy lejos del mundo exterior tras la muralla de grasa de mi pecho.

De esta manera, conocía muchas personas por chat y, a la vez, yo me convertía en múltiples personalidades. Podía ser desde una loca fanática de Evanescence, hasta delirante suicida ahogada en una estúpida perversión. Y me querían por eso, por lo que simulaba ser, pero en realidad no era más que una simple nena que no paraba de soñar con ser ella misma. Fantaseaba con ser la más seductora, la más linda, la más encantadora, porque sabía que nunca iba a poder llegar a serlo. Me metía en los personajes, actuaba y estaba en una realidad que no era la mía ni existía. Por supuesto que nadie en mi familia, ni mis amigas, sabían de la gravedad de querer convertir esos sueños en realidad. Para no olvidar quién era, se me ocurrió crear un fondo de pantalla como recuerdo permanente de que, adoptara la personalidad que adoptase, yo siempre sería: fea, inútil, loca, obesa y suicida (F.I.L.O.S.), y esos «filos» (los de mi Gillette) eran los que me permitían aliviar tanta imperfección, mejor dicho, castigarla.

Se asomaba 2006 y, aunque para todos el Año Nuevo tendría que ser alegre y divertido, para mí no lo era. Me pasé toda la noche de Fin de Año llorando en mi habitación, sin querer salir, cortándome y maldiciendo a todos por haberme sacado de la cama, cuando sólo quería dormir eternamente. Me puse a escuchar a Marilyn Manson a todo volumen para poder cantar (más bien gritar) a la par de él, y de esa manera poder desahogarme. Aunque siempre que lo escuchaba terminaba teniendo una crisis, después de la cual volvía a despertar otra vez en el mundo de los vivos.

Estaba en contra de las reglas, y fue ese interés descomunal por lo prohibido lo que me llevó a cruzar límites desconocidos. Así, a través de la red, comencé a descubrir otro mundo detrás de mi angustia, un mundo oscuro y tenebroso. Me uní a la tribu dark, empecé a vestirme de negro, me teñí el pelo, de la mitad hasta las puntas, también de negro, y me colgué dijes del anticristo. Quise hacerme piercings y tatuajes, pero mis papas no me dejaron. Escuchaba a Marilyn Manson todo el día, y en su site descubrí un foro de sadomasoquistas. Agregué a mi lista de contactos a algunos hombres bastante mayores que yo, que me parecieron interesantes. Uno de ellos me ofreció canjearme una caja de Rivotril si yo le hacía un pete. Me negué, no me interesaba el sexo, sólo la perversión y el dolor del sadomasoquismo, así que le ofrecí un montón de plata a cambio y, obvio, aceptó; quedamos en encontrarnos en el Shopping Abasto, donde yo iría con dos amigas ocasionales del msn, con tanta mala suerte que mi mamá se enteró (supongo que leyó mis mails o el historial de chat, no sé porque nunca me quiso decir) y me prohibió que fuera.

F.I.L.O.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora