Voy a morir siendo un fracaso. Por favor, lean esto:
Harta de esperar algún avance que me permitiera demostrarle que era una mujer como la que él esperaba y se merecía, fui a su consultorio dispuesta a todo por su amor. Me le entregaría sin más contemplaciones y de esa manera le demostraría cuánto lo amaba.
Me pidió que me acostara en su sillón con los ojos cerrados y que le prometiera que no los abriría.
Por supuesto, como siempre, confié plenamente en él y lo hice. Ante mi asombro me levantó la remera, qué horror!, mis rollos seguramente estaban produciéndole un espantoso rechazo-, quise levantarme, huir de esa situación, pero me gustaba tanto que hubiera tomado la iniciativa que dejé que siguiera, para eso había ido y, además, no podía romper mi promesa de abrir los ojos. Comenzó a rozarme las heridas de mis cortes con una tela que parecía ser gasa, yo sentía escalofríos. De repente, su respiración sobre mi piel otra vez y luego sus manos, cuando llegó con sus roces a mis pechos me incorporé aún con los ojos cerrados. No podía soportar el solo hecho de provocarle asco, porque lo amaba más que a nada en el mundo y quería cuidarlo.
Para no defraudarlo seguí con los ojos cerrados. Sin embargo saqué coraje vaya a saber de dónde y le pedí que me curara con sus besos, él no se detuvo y comenzó a besarme la panza, a lamerme los cortes dejándomelos húmedos con su saliva tibia. Podrá parecerles un asco, pero a mime dio vuelta.
Seguía besándome cuando sentí una de sus manos dentro de mi jogging, entre mi espantosa celulitis. Fue entonces, como en un acto reflejo, cuando me dispuse a relajarme y olvidarme de todo, para disfrutar de ese momento.
Por un minuto pleno me sentí linda, deseada, MUJER, un minuto que terminó en el mismo instante en que desperté y me di cuenta de que me había quedado dormida en su sillón y todo había sido un sueño, excepto que me levantó la remera para ver mis nuevas marcas.
—Voy a tener que ajustarte nuevamente la medicación, porque te quedas dormida en cualquier lado —fueron sus palabras cuando abrí los ojos.
Era extraño lo que me ocurría con Eduardo. Me gustaba tanto que a veces mirando las escenas en la red (que si hubiese tenido un cuerpo aceptable ya habría vivido con él) me apartaba por unos momentos de mi triste realidad cotidiana en que sólo era una maricona sexualmente reprimida (por la educación de mis padres y por mí misma). En realidad mi cuer-po lo era, porque odiaba que lo viera desnudo, y hasta una vez quise poner en práctica tanta teoría virtual y complacerme yo misma pero no logré hacerlo, porque sólo experimentaba repulsión y miedo a las consecuencias.
¿Cuáles eran las consecuencias de tener un orgasmo? Muy simples. Correr a contárselo a Eduardo, para que interpretara que estaba en condiciones de tirarme en sus brazos (o de darle otro motivo para que se hiciera el boludo).
El tiempo pasó y comprendí que, si bien sus gestos para conmigo excedían la ayuda profesional, no me amaba. Esa sensación fue, de por sí sola, la más lamentable muerte. No podía entender cómo había sido tan ilusa para pensar que se fijaría en mí de otra manera que no fuese: mi paciente, la gordita colorada y autodestructiva.
Entonces volví a armarme de valor para que me lo dijera en la cara, pero al llegar reparé en que quedarían en evidencia mis sentimientos para con él. Traté, por lo tanto, de preguntárselo de una manera sutil:
—Edu..., ¿para vos soy nada más que una paciente o sentís algo más por mí?
—¡Cómo me vas a preguntar eso, hermosa! Vos estás en mi corazón y mis pacientes no. Por lo que te quiero de un modo especial... por supuesto.
Convengamos que a pesar de que era ambiguo en sus contestaciones, yo le daba pie para que siguiera histeriqueándome con ese falso amor de padre. Seguramente quería que los míos siguieran pagando sus honorarios porque la nena suicida estaba embobada con su psiquiatra y por eso no se mataba, porque el dinero y crear dependencia afectiva en los demás parecían ser lo único que le importaba.
Lo que sí sé es que una noche llegué al límite de mi amor por él. Él era quien provocaba esos inconfesables deseos de placer en mi cuerpo, nunca antes me había sentido tan mujer.
Desde luego no sabía que su único interés conmigo era que siguiera siendo su paciente, en lo posible de por vida, no le importaba crearme falsas expectativas manipulando mis emociones, supongo que porque peor de lo que me sentía no podía estar; sin embargo se equivocó, por su culpa casi pierdo la última esperanza de sobrevida.
Y ustedes pueden pensar que eran puras fantasías de esta gorda chota, les aseguro que así como no tengo ningún problema en admitir mis dramas existenciales, tampoco lo tengo en decir la verdad por más dura que fuese, y él fue quien me enamoró deliberadamente, porque el muy guacho sabía bien qué hacer o qué decir para que una loca suicida como yo lo considerara su última posibilidad de amar.
En definitiva, me había enamorado perdidamente de un desgraciado sin el cual me parecía imposible vivir porque no sabía lo que era, en realidad ni siquiera lo sospechaba.
Se me rompió el corazón.
NO ME AMA... pensaba recurrentemente mientras me ahogaba en llanto.
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