2 - John (2010)

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Era el último día del mes de enero cuando volví a la consulta de mi psicóloga, Ella. Nunca le había pedido una cita fuera de las concertadas, a las que a veces ni siquiera asistía. Decir que me avergonzaba el necesitar la ayuda de otra persona para afrontar mis problemas sería, seguramente, quedarse corto ante la incomodidad que me producía. Mi psicóloga lo sabía, yo lo sabía, y ninguno de los dos se terminaba de explicar por qué estábamos entonces de nuevo el uno frente al otro cuando nos acababamos de ver hacía tan solo tres días antes.

—¿Qué ha ocurrido, John? — me preguntó entonces Ella, claramente sorprendida. No necesitaba leer sus notas al revés como siempre hacía para darme cuenta de que al lado de "aún tiene problemas de confianza" de la anterior sesión había puesto "cambio de comportamiento extraño. ¿Qué ha pasado con su cojera psicosomática?".

—He conocido a alguien. — dije y después carraspeé, sintiéndome de repente ridículo. Se me había ocurrido, por alguna extraña razón, que ella debía saber que había conocido a Sherlock Holmes, pero era absolutamente incapaz de expresar a mi psicóloga lo que había sentido al verlo por primera vez.

El resultado era que me había armado de valor para ir a su consulta para después solo atreverme a decir "he conocido a alguien", como si aquello lo explicase todo y tal vez lo hacía, aunque yo no lo entendiera. Mi psicóloga tampoco lo entendía, pero eso era algo que esperaba, de ahí que me sintiese ridículo, estúpido, por haber tenido la idea de volver a visitar a la doctora cuando en realidad sabía perfectamente que poco o nada podía decirme de este asunto.

—¿Alguien que te gusta? — siguió preguntando, intentando llegar a alguna parte, pero yo realmente no estaba por la labor de decir nada más y el rumbo que tomó entonces la conversación me incomodó muchísimo.

—¿De qué habla? Es un hombre, ¿sabe? — exclamé a la defensiva y pude ver que comenzaba a escribir "se trata de un problema de sexualidad". — ¿Por qué diablos anota eso? ¡Bórrelo! — me quejé casi a punto de levantarme de mi asiento.

—John, no se preocupe, nadie más va a ver estas notas. — intentó tranquilizarme, con un tono de voz bastante condescendiente, que me puso los pelos de punta.

—Eso no es lo que me importa. Es que eso es mentira. No se trata de alguien con quien he ligado, solo nos acabamos de conocer y somos compañeros de piso. — expliqué, dándome cuenta de lo extraño que sonaba todo aquello y esperando que no añadiese más anotaciones al respecto, aunque supongo que era demasiado irresistible para ella como para dejarlo pasar y siguió escribiendo. — ¿Sabe qué? Creo que no debería haber venido, siento haberle hecho perder el tiempo.

No quería decir nada más y me levanté con la intención de irme pero hasta yo reconocía que tenía que hacer algo para matizar lo inexplicable de mi comportamiento. Confesar que había ido allí solo para decirle que me sentía raro, no por haber conocido a alguien sino por haber conocido a Sherlock Holmes, sonaba gay hasta en mi cabeza y no quería eso, mis intenciones no iban por allí, si es que tenía algunas.

—Solo quería decirle que he conseguido comenzar a escribir en el blog, porque por fin pasan cosas en mi vida. — aclaré y luego reafirmé. — Sí, era solo eso. Gracias por su tiempo, Ella.

Al salir de la consulta mi corazón bombeaba contra mi pecho como un martillo contra un yunque. No entendía lo que me ocurría, era una sensación que no podía quitarme de encima desde que había visto por primera vez a Sherlock Holmes. Por supuesto no ayudaba en nada cómo todos parecían empezar a suponer que éramos pareja cuando nos acabamos de conocer.

Estaba particularmente impactado con la señora Hudson, quien nada más conocerme, mientras me enseñaba el piso de Baker Street me dijo "Hay otra habitación arriba si necesitáis dos habitaciones". Lo dijo con tal naturalidad que me hizo pensar que ella sabía algo que yo todavía no, algo mucho más allá del hecho obvio de que Sherlock era gay. ¿Había notado quizás la extraña conexión que habíamos tenido él y yo desde un primer momento? y si era así, ¿podía explicarme el origen? Poco importaba, porque preguntarle estaba fuera de cuestión, más después del ridículo que había hecho en la consulta de mi psicóloga.

Podía, quizás, haber ignorado lo que sentía, y haberlo explicado como simple excitación al conseguir algo nuevo y estimulante que hacer con mi vida. Así me lo había tomado en un principio, pero no podía dejar de sorprenderme a mí mismo cuando me sentí molesto porque Donovan, sin saber siquiera quién era, me aconsejó que me alejara de Sherlock Holmes. Y esa misma noche sucedió la gota que colmó el vaso y que hizo saltar todas mis alarmas con respecto a lo que era y no era normal que pasase cuando acabas de conocer a alguien.

Mi primer encuentro con Mycroft fue sin duda algo que nunca olvidaré. No todos los días te acosan con llamadas a cabinas telefónicas públicas para obligarte a meterte en un coche que te lleva a una nave industrial donde un hombre con traje apoyado en su paraguas te espera con aire de superioridad para decirte lo que debes y no debes hacer.

Intercambiamos al principio unas pocas palabras que no recuerdo, aunque si no me equivoco me llamó estúpido antes de preguntarme cuál era mi conexión con Sherlock Holmes.

—Apenas lo conozco. Nos presentaron ayer.

—Mmm, desde ayer ha ido a vivir con él y ahora resuelven crímenes juntos. ¿Cabe esperar alguna feliz noticia para el fin de semana?

Su tono rozaba la mofa y yo le clavé la mirada bastante molesto, quizás más de lo que cabía esperar en esa situación.

—¿Quién es usted? — le pregunté.

—Una parte interesada.

Entonces ni siquiera me imaginaba que podría ser el hermano mayor de Sherlock Holmes, aunque en retrospectiva había ciertas similitudes en su carácter, especialmente en lo que al dramatismo se refería, que me hubiesen invitado a pensarlo de haber sido más observador, pero estaba demasiado a la defensiva como para reparar en nimiedades.

—¿Tienes pensado continuar tu asociación con Sherlock Holmes? — me preguntó, molestándome aún más.

—Puede que me equivoque, pero creo que eso no es asunto suyo. — respondí lo más calmado que pude, manteniendo la rigidez militar acostumbrada que había aprendido a adoptar cuando estaba en tensión.

—Puede serlo. — me dijo como si fuese estúpido y tuve la satisfacción de responderle:

—De verdad que no.

Intentó sobornarme, pero no podía ofrecerme entonces nada capaz de tentarme para que me alejase de Sherlock Holmes y pronto él también lo supo. Sí, tenía razón, yo añoraba el campo de batalla y caminar junto a Sherlock Holmes convertía a Londres en uno, pero había algo más, algo inexplicable que me atormentaba.

Soñaba continuamente con mi pasado, pero ahora más que nunca sentía que mi pasado se conectaba con mi presente, de un modo que no podía explicar. Me sentía tranquilo y a la vez ansioso, porque no entendía por qué Sherlock Holmes me había invitado a vivir con él en Baker Street ni tampoco por qué yo había dicho que sí sin dudar.

Mi visita esa mañana a mi psicóloga era todo lo más que me atrevía a indagar en ese sentimiento por aquel momento, así que desestimé todos mis pensamientos con respecto a lo rara que se había vuelto mi vida de la noche a la mañana por actividades más mundanas como ir a hacer la compra de la semana al Tesco más cercano. No fue precisamente mi plan más ingenioso, pero sí resultó muy efectivo. Descubrí que no tenía fondos en mi tarjeta de crédito y caí de nuevo en el mundo real.

¿A quién le importa si es normal o no sentir que conoces a tu compañero de piso de antes cuando no le queda dinero para comer?

Hacia las estrellas [Johnlock crossover]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora