Me gustaba vivir con John. Nunca creí que fuese tan fácil convivir con alguien, era maravilloso disfrutar de su gratificante presencia, incluso cuando estaba demasiado ocupado para prestarle atención. ¿Qué lo hacía tan fácil? La verdad es que no es algo que pudiese explicar a través de la lógica.
John obviamente era una persona bastante permisiva en cuanto a mis raros hábitos se refería. Nunca había oído queja alguna de que tocase el violín a horas intempestivas de la noche, me regañaba por el desorden y nimiedades como los miembros mutilados en el frigorífico pero al final me dejaba hacer lo que me placiese.
Ciertamente sabía que me admiraba, era un secreto a voces, por supuesto, pero yo sabía que no era tan comprensivo conmigo solo por eso. Si hubiese querido una relación basada únicamente en la idolatría hubiese escogido a Molly Hooper como compañera de piso. No, había algo más, algo que no podía explicar, que no entendía. Odio las cosas que no entiendo pero si se trataba de John... ¡Por Dios, no podría odiar nada que tuviese relación con John!
John Watson no tenía por qué aguantar todos mis caprichos y lo hacía, sin esperar nada a cambio. Era cierto que yo aportaba emoción a su vida, pero él a cambio me regalaba mucho más. Sabía que siempre podría contar con él, ¿pero la verdad? Soy un orgulloso y no soy capaz de admitirlo.
— ¡Sherlock, ya he vuelto! — anunció nada más entrar en el salón, sacándome de mi estado de trance. Posiblemente llevaba así varias horas, tumbado en el sofá con las manos juntas como si estuviese rezando. Se podría decir irónicamente que lo estaba, me imploraba a mí mismo dejar de ser un imbécil y que se me ocurriese por fin la solución al problema que estaba pensando. Se trataba de un caso nuevo que había visto en las noticias. Aún Lestrade no me había llamado ni ningún otro lo había hecho, pero sabía que ocurriría pronto.
— ¡Te dije que despejases la mesa de la cocina! — de nuevo la voz de John, esta vez algo molesta. Sonreí levemente, porque sabía que no iba a llegar a más. Se quejaría pero después acabaría retirándolo él mismo, como siempre.
— Estaba ocupado.
— ¿Ocupado haciendo qué? ¡Ah, ya, sí, vale, no me lo digas! El palacio mental.
Detecté la ironía en su tono de voz, pero no le di importancia. John podía ofenderse todo lo que quisiese pero de hecho sí había estado ocupado pensando y no era fácil hacerlo ahora que él estaba allí. Discretamente mis ojos le seguían. Ah, fascinante; Esa manera de caminar como si estuviese aún en el campo de batalla, esa tensión constante en los músculos, que la horrible ropa que llevaba intentaba ocultar, cómo se erguía y lograba hacer que todos se olvidasen de su altura. No me extrañaba que no tuviese problemas en encontrar mujeres, era guapo, valiente, leal, pero ante todo, y esperaba que no se le olvidase a nadie, era mi compañero.
— Nos vamos, John. — dijo, levantándome de un salto de mi sillón favorito. No podía seguir distrayéndome, ya casi había perdido el foco de mi investigación y no iba a permitirlo después de dos semanas sin ningún caso interesante a la vista.
Lo oí maldecir mientras dejaba la compra tirada por ahí. Ambos sabíamos que la señora Hudson la pondría en su lugar para evitar que se estropease.
Bajó apresuradamente las escaleras para encontrarse conmigo y entonces detecte ese olor, ese molesto olor a perfume, imitación de una gran marca, y los restos de carmín en el cuello de su camisa. Una mujer de nuevo, algo rápido, seguramente en la consulta médica.
Inconscientemente, apreté los dientes. Ese se suponía que no era asunto mío, pero no dejaba de molestarme el afán de John por saltar de los brazos de una mujer a otra, buscando su calor con la necesidad de un hombre perdido en un desierto de hielo. Ni siquiera tenía criterio, cualquier mujer parecía servirle. No creía que ninguna con las que hubiese salido mereciese a alguien tan extraordinario como John Watson, pero para mí nunca sería nadie digno de él. Ni siquiera yo.
Llamé a un taxi y entré dando un portazo. John entró por la otra puerta con el ceño fruncido. Creía que lo estaba ignorando, que lo dejaba de lado. No le faltaba razón. Era algo que hacía inconscientemente, sabía que que John me seguiría fuese a donde fuese, apresurando su paso si era necesario, y eso me hacía estar algo menos triste. Era increíble, la fría máquina calculadora, languideciendo de amor como un virgen demasiado aterrorizado para dar un paso.
Estúpido, eso era lo que había sido, lo sabía. John me lo había puesto en bandeja de plata aquella vez que estábamos en el restaurante de Angelo, ¿y qué le había dicho yo? Que me sentía halagado pero que me consideraba casado con mi trabajo.
— Sherlock, ¿estás bien? — no fue hasta que John me preguntó eso que volví a bajar a la realidad, dentro del taxi. El conductor nos miraba, esperando que le dijese la dirección hacia dónde nos dirigíamos, pero yo me había quedado sumido en mis pensamientos, apretando los dientes mientras golpeaba mi rodilla, de nuevo por John Watson.
— A la National Gallery. — fue todo lo que dije y me recoloqué en mi asiento.
— ¿Estabas pensando en un caso? ¿es eso, esto es por un caso?
— Sí. — respondí, una verdad a medias. No me costaba, siempre se me había dado bien mentir, una fea cualidad que sabía que John detestaba.
— ¿Y qué hay en la National Gallery? — preguntó curioso John y yo fruncí el ceño mientras giraba el rostro para mirarle.
— Vamos, a ver si lo adivinas tú solo.
— ¿Cuadros?
— Muy bien, doctor Watson. — me burlé.
— ¿Algún cuadro en especial? — siguió intentando indagar, pero no consiguió sonsacarme nada más. Me gustaba demasiado la teatralidad del factor sorpresa y disfrutaba de ver la cara que ponía John cuando por fin descubría lo que yo estaba tramando.
Sonreí con satisfacción y entonces me di cuenta de que el taxista había puesto la radio y sonaba una canción instrumental, tocada por orquesta. Mi mente se quedó totalmente en blanco, como nunca antes había pasado hasta que las notas ascendieron y como una ráfaga de aire abrieron una puerta que jamás había visto antes de mi palacio mental.
Allí estaba un hombre, tocando el violín al lado de la ventana, vestido en camisón y bata azul de seda. Cuando volteó ligeramente el rostro, quedando de perfil reconocí ese semblante como un desconocido que antes había visto en el espejo. Alguien más estaba allí, y lo escuchaba. No pude ver su rostro, pero cuando lo escuché reír supe que había soñado con esa risa desde hace mucho tiempo, quizás más que el que pudiese recordar.
— ¿John, oyes esa canción? — le pregunté, acercando mi cuerpo al asiento delantero. John a mi lado alzó las cejas extrañado, mirándome.
— Claro que la oigo. Es de una película famosa, no recuerdo cuál, pero lo cierto es que es pegadiza, ¿verdad? Desde que la escuché me viene cada tanto de improviso a la cabeza. Creo que la canción se llama "Ángel" y es de un tal Gary Shaller.
— ¿Gary Shaller? — pregunté extrañado. No me sonaba ese nombre, y estaba bastante seguro de que no había visto ninguna película donde apareciese su canción y sin embargo me dio un escalofrío, un palpito.
— ¿Sherlock?
No supe qué decir. De nuevo estaba en blanco.
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Hacia las estrellas [Johnlock crossover]
Fanfic"John, cueste lo que cueste, pase lo que pase, de ahora en adelante juro que siempre voy a estar allí. Siempre" Sherlock Holmes. Historia Johnlock, Kharthur y Everstrange basada en la película de "El Atlas de las Nubes". Crossover de: - Sherlock BB...