14 - Gary (1963)

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Una vez tuve talento, pero lo perdí. 

Lo sé, es inevitable, a todos los artistas les acaba pasando lo mismo. Quizás ya había explotado todo lo que tenía que dar por doscientas vidas más.

Pensaba que no me afectaba demasiado. Asumía que simplemente había comenzado el declive de mi vida, pero yo vivía entonces de escribir canciones y no poder hacerlo me generaba algo más que un problema de autoestima.

Hacía meses que no firmaba un contrato, mi cuenta corriente casi estaba a cero, mi relación con Dora estaba más hundida que el Titanic y yo solo podía pensar en un hombre al que jamás había visto en mi vida más que en sueños, en definitiva, todo era un auténtico desastre. Sabía que lo que realmente necesitaba era un buen psicólogo pero en lugar de eso yo estaba en la otra punta de la ciudad, gastando los últimos dólares de mi bolsillo en ir a visitar a un gurú que se anunciaba a través de un panfleto que parecía gritar "estafa".

Era un gimnasio, un aula de entrenamiento que debía usarse con mucha asiduidad, pues olía a sudor y había gran condensación en su interior. Ver a un grupo pequeño que parecía hacer yoga no me sorprendió, pero sí me hizo plantearme seriamente qué estaba haciendo allí.

Ya estaban terminando, y el que parecía el instructor, un hombre que hacía sentir alto incluso a alguien como yo, se acercó a mi tras doblar apresuradamente su colchoneta y colgársela al brazo.

—¿Es usted Mel? — le pregunté, sintiéndome un poco ridículo por hablarle de usted cuando en el panfleto solo había un diminutivo de su nombre, quizás ni siquiera real.

—Sí, lo soy. ¿Puedo ayudarte en algo?

—Bueno, eso espero. — dije bastante nervioso. Sabía que se notaba que estaba incómodo y que en cierto modo me arrepentía de estar allí, pero a esas alturas estaba bastante desesperado. El placer de ver al chico de mis sueños se había convertido en una necesidad, todas mis aspiraciones muertas y mi único deseo en la vida echarme a dormir para caer en sus brazos.

—No es usted feliz. Está buscando el equilibrio. — sentenció y yo asentí con una pequeña risa, porque aunque era una frase genérica, tenía razón, para eso estaba allí. Se tumbó de lado en el suelo y me hizo un gesto para que lo acompañase. Yo me limité a sentarme, algo rígido. No me sentía cómodo, ni quería hacerlo. Solo quería una maldita solución a mi problema y desaparecer de allí.

—Creo que estoy viviendo una realidad diferente a través de mis sueños. Desde hace meses son muy vívidos y en ellos siempre está él. Es el amor de mi vida, estoy seguro. Al principio solo era una sensación, pero lo he conocido a lo largo de todas estas noches y no me cabe la mayor duda. Él es todo cuanto siempre he querido y eso que es un hombre. Yo nunca me había sentido antes atraído por un hombre. Tengo una novia, una desde el instituto y hemos sido bastante felices, pero yo ya...no siento que debiera estar aquí.

Mis palabras eran torpes y mientras las decía me daba cuenta de que sonaban simplemente a las divagaciones de un gay reprimido que comenzaba a darse cuenta de que había estado callando lo que era tan evidente como que el sol salía por las mañanas, y temí la reacción de Mel, pero para mi sorpresa, él no me juzgó, ni tampoco me trató de forma condescendiente. Asintió para que supiese que comprendía todo lo que decía y me pidió más detalles.

Yo estaba deseoso de hablar. No me había dado cuenta de que necesitaba tanto desahogarme hasta que sentí que me daba permiso, pero cuando iba a seguir contándole un grupo de karate entró al gimnasio exigiendo su hora.

Mel los encaró enfadado y les reclamó que aún le quedaban dos minutos de su hora, pero ellos se hicieron los despistados y finalmente fuimos nosotros los que nos marchamos. Temí que eso significase que había perdido mi oportunidad, pero Mel me ofreció dar un paseo para proseguir con lo que estábamos y yo no dudé en aceptar.

Le hablé de él, de todo lo que significaba para mí, de lo intensamente familiarizado que me sentía cuando estaba a su lado, como si lo conociese de toda la vida, como el sexo era maravilloso, pero más maravilloso incluso era cuando pasábamos horas sentados uno frente al otro hablando de todo y de nada. Para entonces, y sin saber bien cómo, estábamos en una tienda de colchones, tumbados el uno frente al otro.

Me gustaba ese maldito colchón en el que estaba tumbado, de haber tenido dinero extra, lo habría comprado para tener un sitio privado en el que echarme a dormir, uno en el que no estuviese Dora. Tres en la cama me llevaban pareciendo desde hace bastante tiempo multitud.

Después de mi extenso discurso, nos quedamos un rato callados, creo que ambos teníamos mucho que pensar, yo para empezar quería saber si tenía sentido todo lo que acababa de decir, si yo mismo me lo creía. No me esperé que cuando Mel hablara sugiriese una idea que yo ya había descartado por absurda.

—¿Crees en el destino y en las almas ligadas?

—Por supuesto que no. No soy un colgado. Eso solo es un recurso comercial de películas románticas baratas — dije intentando sonar indiferente, pero creo que se notó que la idea me exaltó. No lo creía, definitivamente no, pero si ese era mi caso, estaba jodido.

Mel se encogió de hombros, implicando que le daba igual lo que dijese, él, después de todo, estaba hablando de su propia opinión.

—No es tan bueno como parece. No siempre coincidimos con ellas, pasamos vidas enteras añorando a gente que ni conocemos y solo una vez de cada mil podemos reunirnos con ellas. La vida de tus sueños, con ese chico, es un "podía haber sido", pero aquí, ahora, es solo una fantasía, pero te diré algo. Si tu canción favorita no acabara nunca, o tu libro favorito no se terminara, si las emociones que sintieras con esas cosas se repitieran una y otra vez. ¿Quién querría estar despierto?

No me sentí tan bien como creí que me sentiría. Había esperado una fórmula mágica, había esperado como un estúpido abrir una puerta o cruzar una calle y encontrarlo ahí, esperando por mí, pero en mi mundo, solo era una visión, un ángel, pero sabía que siempre lo tendría, de algún modo, en lo más profundo de mi. Y volví a tener ganas de componer.

Hacia las estrellas [Johnlock crossover]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora