3 - Sherlock Holmes (1895)

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"¿Existe, quizás, un motivo para tocar el violín? ¿De dónde viene la música? ¿Cuándo los hombres decidieron que necesitaban un medio de expresión que iba más allá del lenguaje? ¿Eran acaso hombres antes? La pregunta primordial tal vez sea si el hombre hizo a la música o la música hizo al hombre. Nunca sabré la respuesta, pero tengo mi propia opinión al respecto.


Hay asuntos de los que no puedo hablar porque tal vez no existan palabras para expresarlos, cosas que tal vez la consciencia del ser humano no puede alcanzar a comprender, allí es donde la música me sirve, para llegar donde un hombre como yo no ha podido. Aún así lo voy a intentar, voy a intentar decirlo con palabras.
Sí, soy un hombre, no un Dios, ni un ángel, ni siquiera una máquina, solamente un hombre, y pensé que esa condición era terrible. Estaba avergonzado de ello hasta que le conocí.
Mi querido Watson, he crecido como persona bajo el calor de su paciencia, su amistad sincera y su carácter pasional. Y al crecer, los sentimientos han brotado como una consecuencia natural. Sí, ahora lo sé, es un desenlace lógico. Yo le..."

No tuve valor para seguir escribiendo, la pluma temblaba en mi mano aunque intentaba mantenerla firme. Había perdido toda la resolución que me había llevado a confesar mis sentimientos a través de una carta y apreté la hoja de papel con furia, cerrándolo la mano en un puño y manchándome mis finos y largos dedos en el proceso.

Me levanté de la silla de golpe y esta chirrió como si llorase al arañar el suelo, algo que me pareció bastante apropiado a pesar de que aumentó mi irritación. 

Con grandes zancadas me dirigí hacia la chimenea del salón encendida y arrojé la carta que había escrito. El fuego crepitó satisfecho y contemplé cómo devoraba mi patético intento de sincerarme mientras mi corazón ardía de igual modo.

Entonces el sonido de unos pasos vacilantes me sobresaltó. Mi desazón sólo aumentó cuando vi que era el doctor Watson quien entraba por la puerta, apoyándose lastimeramente en su bastón mientras contenía una mueca de dolor cada vez que daba un paso.

—¿Holmes? ¿Aún sigue despierto? — preguntó algo sorprendido mientras intentaba forzarse a caminar más rápido, a pesar de que apenas podía ver el suelo que pisaba en la penumbra.

Me alejé corriendo de la claridad para dirigirme a mi trémulo compañero y a pesar de sus protestas, conseguí convencerlo para que me dejase ayudarlo a llegar a su sillón favorito, frente al mío, justo al lado del fuego de la chimenea. El suave tacto de su camisón de algodón y la insinuación de la carne firme que cubría hizo que me estremeciese de la cabeza a los pies. Afortunadamente, siempre había sido bueno fingiendo.

—¡No estoy inválido, maldita sea! — se quejó por enésima vez Watson una vez que lo liberé para que se sentará en el sillón.

Sus palabras no eran un consuelo para mí, que empezaba a tener dolor de cabeza de tanto preocuparme y fruncir el ceño aunque ese, ciertamente, era un precio muy bajo para lo que había hecho.

Me arrodillé ante él, como si le fuese a suplicar una vez más que me perdonase, mientras posaba mis dedos sobre su rodilla. Quería deslizar mis manos entre los bajos de su camisón, acariciar su piel y levantárselo para contemplar la nueva marca que mi osadía y egoísmo había dejado en la piel que anhelaba, pero me contuve, apretándole la tela y mirándole a los ojos.

—¿Cómo está la herida? ¿Le duele? — pregunté con voz suave, como si temiese hacerle daño al hablar más alto.

Watson sonrió con amabilidad. Hacía tan solo unos días que le habían disparado a la altura de la entrepierna, una zona muy peligrosa, ambos lo sabíamos. Afortunadamente la bala solo le había rozado pero reconozco que la furia que se apoderó de mí en ese momento no me había abandonado y en parte estaba dirigida a mí mismo, pues había sido culpa mía que el doctor Watson se expusiese una vez más.

Hacia las estrellas [Johnlock crossover]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora