12 - Rembrandt (1642)

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Dicen que vendí mi alma al Diablo por talento, que mis manos son obra suya y mis pinturas resultado de ellas. Ojalá fuese cierto. Si lo hubiese hecho mi vida no habría tenido que depender de los caprichos de prepotentes mercaderes para poder siquiera comprar algo con lo que pintar patéticos retratos. 

Me gusta mi imagen, me gusta retratarme, y plasmar cuánto Dios me dio en cada una de mis pinceladas: enano, listillo, prepotente, un pobre diablo con un poco de talento y nada de dinero. 

Pocas personas se conocen tan íntimamente como yo me conozco a mi mismo. He vivido siempre sometido a los demás y lo he soportado porque pensaba que estaba haciendo justo lo que debía de hacer en cada momento, aunque no me gustase, pero la gente nunca vio eso, solo vio que parecía prepotente y ni siquiera pensaron en los motivos, en que si habla mucho era más aún lo que callaba, hasta que ya no pude más.

Me casé con Saskia Van Uylenburgh por un acuerdo. Era la prima de mi marchante de arte, parecía lo lógico, que todo quedase en familia y no me pareció mal. La primera vez que nos conocimos en una Iglesia me gustó, fue descarada e hicimos un intercambio grosero. Descubrí que con ella podía ser sincero y nuestro matrimonio funcionó. No sé si nos amábamos, pero teníamos algo muy valioso que hacía que eso no tuviese demasiada importancia. Sin embargo, todo se vino abajo cuando por fin tuvimos un hijo. 

Aunque lo esperaba con ansias si hubiese sabido en aquel entonces que acabaría con la vida de Saskia creo que habría decidido no tenerlo, pero Dios, no podía saberlo, no lo podía controlar. Ni siquiera fue capaz de controlarme.

Ya había empezado a firmar mi sentencia de muerte antes de que el cuerpo de Saskia cerrase los ojos por última vez, cuando decidí la configuración final del retrato de la Quinta compañía de Mosqueteros de Amsterdam. Quería hacer algo grande, quería hacer honor a la verdad. No me preocupé por las consecuencias, no antes de que llegasen, porque yo ya sabía que lo había perdido todo con la muerte de mi mujer.

A veces me pregunto qué hubiera pasado si hubiera sobrevivido, si mi Saskia habría logrado imponer algo de sensatez en esta testaruda cabeza, pero él no vino. Estaba dispuesto a gastar hasta el último centavo, incluso a endeudarme aún más con tal de contrar al mejor médico de Amsterdam, Vincent Nooteboom, pero él se había marchado a Italia, nadie sabía exactamente por qué. Desesperado, le escribí una carta suplicando su presencia, pero cuando llegó y nos conocimos por primera vez ya era demasiado tarde, Saskia había muerto y yo había presentado el cuadro. 

¡Qué hermoso rostro y cuánto lo odié!


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NA: No estoy acostumbrada a hacer capítulos tan cortos, digamos que estoy experimentando con esta historia, a ver si funciona.

Hacia las estrellas [Johnlock crossover]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora