4 - Gary (1963)

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Volví a tener ese sueño otra vez. No era siempre el mismo sueño, pero sí la misma persona. El chico de mis sueños.

Debería haberme sorprendido, pues nunca había pensado antes en un hombre de manera sexual ni mucho menos había salido con uno, la mujer a mi lado en la cama, Dora, mi novia de toda la vida, podía confirmarlo, pero lo sentí natural. Algo en mí simplemente respiró por fin tranquilo y mi cerebro dijo "Ah, así que era esto lo que estaba buscando".

Él estaba radiante, como siempre, vestido con un fantástico traje de chaqueta negro impecable, con una camisa blanca que tenía varios botones desabrochados, dejando ver un cuello de escándalo en el que un lunar casi acariciaba su nuez de Adam. Me sonrió de manera encantadora, entrecerrando sus hermosos ojos heterocromáticos que me fascinaban casi tanto como el resto de su figura.

A su lado yo era común y vulgar, sensación que se incrementaba por la diferencia de altura que había entre nosotros. Tenía que levantar el cuello para mirarle, sin embargo, eso no minaba en absoluto las reacciones que se producían en mi cuerpo con tan solo verle.

—Te he estado esperando. — me dijo una vez más con una voz de barítono que hizo que todo mi cuerpo temblase de placer. Estábamos en una playa, por algún motivo surrealista.

—¿Siempre lo haces? — le pregunté sin poder creer que aunque fuese en sueños alguien como él me esperase.

—Siempre. — dijo con rotundidad al instante, haciéndome soltar un jadeo que me hizo sentir un poco idiota. Él rió al instante y completó la distancia entre nosotros para besarme. El tacto de sus largos dedos en mi pelo me provocaba descargas eléctricas y sus labios carnosos como melocotones maduros hicieron que me perdiera durante un instante en la maravillosa sensación de conexión.

Me había pasado todo el día anterior pensando que en el próximo sueño que lo viese disfrutaría enterrando las manos en sus rizos castaños, pero ahora que lo tenía delante, mis manos no se movían, como si de repente tuviese miedo escénico. Afortunadamente, eso no le detenía para acariciarme.

—¿Haremos el amor toda la noche? — me preguntó contra mi boca en un susurro que se prolongó hasta la punta de mi erección, ya dura contra mis calzoncillos.

—Sí. — conseguí formular.

—¿Sin condón?

—Sí. — volví a asentir automáticamente, tan solo deseando que comenzase de una vez aquello que tanto ansiaba.

—¿Y tendremos bebés? — me preguntó, dejándome totalmente congelado.

—¿Qué? — exclamé bastante asustado de repente y él se echó de nuevo a reír, regalándome otra de sus encantadoras sonrisas.

—¡Oh, Dios, tu cara! Era una broma. Los dos somos hombres, obviamente es imposible.

—Eres un capullo — exclamé. Nunca había pensado que pensaría eso de alguien del que me enamoraría, pero eso lo hacía más el chico de mis sueños. Él no era perfecto y eso me gustaba, que lo pareciera y no lo fuera.

Me volvió a besar y mi deseo se hizo más intenso. Quería enterarme totalmente en esa boca amplia. Compartimos saliva entre jadeos hasta que esos labios generosos comenzaron a descender por mi cuerpo a medida que me desnudaba hasta llegar a una parte desesperada de mi anatomía que clamaba por atención.

Estábamos tan cerca, ya había comenzado el proceso cuando sin ninguna razón me desperté: caliente, duro, desconcertado y muy pero que muy insatisfecho.

Al quitarme el antifaz para dormir solté una exclamación de decepción realmente sentida. Ya sabía que era Dora quién estaba a mi lado, durmiendo completamente ajena a lo que me ocurría, pero comprobarlo aumentó mi decepción. Ella no era él ni le importaba una mierda que tuviese una erección que era imposible de ocultar y que no tenía pinta de querer remitir por sí sola.

Hacia las estrellas [Johnlock crossover]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora