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Tal y como le hizo saber el alfa a su mujer, esa misma tarde emprendió una marcha hacia una de las manadas más alejadas de su propio hogar junto a otros cazadores con el único objetivo de darle muerte a un grupo de alfas que se habían atrevido a i...

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Tal y como le hizo saber el alfa a su mujer, esa misma tarde emprendió una marcha hacia una de las manadas más alejadas de su propio hogar junto a otros cazadores con el único objetivo de darle muerte a un grupo de alfas que se habían atrevido a ir contra las leyes de la naturaleza en una unión que se consideraba como una completa y auténtica «atrocidad».

Fue esa misma noche que Eva se coló en la habitación de su hermana gemela, aprovechando que su madre se encontraba durmiendo, para llevar a cabo el plan que desde hacía algún tiempo había tramado. Pasó toda la noche despierta copiando la marca de su hermana sobre su propia piel completamente desnuda y lisa con una potente tinta que, creía, la ayudaría a pasar como una marca verdadera.

Honestamente, en ese momento no pudo sentirse más orgullosa de sí misma por su brillante capacidad para el dibujo. Alana, por su parte, pasó toda la noche cubriendo con maquillaje las partes de la marca que ya se encontraban copiados en el brazo de su hermana Eva. El plan consistía en que ambas intercambiarían identidades por un par de horas para que Alana pudiera disfrutar de una pequeña caminata y, sobre todo, de un poco de calor producidos por los rayos del sol ahora que su padre no estaba allí para pillarlas, pues sería muy fácil para ellas despistar a su confiada madre.

— Madre —comentó Alana con su mayor esfuerzo y certeza para tomar la identidad de su hermana Eva con éxito— ¿Puedo salir un rato con Joselyn? —inquirió— Prometo que no tardaré.

Convenientemente, Eva apareció por allí con una camiseta de tirantas, dejándoles ver a ambas su falso tatuaje.

— Por supuesto —comentó su madre— Pero te quiero aquí antes de la hora de la comida, ¿de acuerdo? —Alana asintió, conteniendo como buenamente podía los pequeños gritos de emoción que amenazaban con abandonar sus labios.

Sin pensarlo ni un segundo más, se giró para casi precipitarse hacia la puerta principal, no sin antes recibir un pequeño guiño y una sonrisa triunfal por parte de su hermana Eva. Tenía muy claro cuál sería su destino para dar ese pequeño paseo que parecía haber sido caído del mismísimo cielo y ese sería el bosque, pues temía quedarse mucho tiempo en la manada y que los integrantes de ella se dieran cuenta de que algo andaba mal con ella; de que aquella chica no parecía ser Eva, la carismática omega que todo el mundo conocía.

Porque, obviamente, el haber sido privada de relaciones sociales más allá de sus padres o hermana traían muy malas consecuencias. Pero, por el momento, Alana estaba bien con pasear por el bosque porque amaba la naturaleza y amaba ese pequeño regalo que su Diosa y su hermana Eva le habían regalado. Honestamente, por primera vez en muchos años de soledad, rezos y súplicas para que aquel infierno se detuviera sin resultado alguno, volvía a apreciar mínimamente a su deidad.

Eso, sin duda alguna, era mucho mejor que nada.

— Recuerda no salirte del camino —se repetía a sí misma una y otra vez mientras comenzaba a deslizarse entre la maleza del bosque, recordando las anécdotas que su hermana solía contarle cuando eran más pequeñas y que, sin duda alguna, solían asustarla.

Foyer #2 © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora