34

944 113 20
                                    

Aquella solitaria y rebelde lágrima que resbaló por la mejilla de Alana se convirtió en la primera de las muchas más que le siguieron después

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aquella solitaria y rebelde lágrima que resbaló por la mejilla de Alana se convirtió en la primera de las muchas más que le siguieron después. Quizá, prefería mil veces más volver a sentir la piel del cinturón favorito de su padre impactando con suma rudeza contra su delicada piel, pues sabía que eso no dolía tanto como la mirada cargada de pena que Chiara le regaló.

Entonces, tras años culpando a sus padres por decir incoherencias y, por ello, tratarla de forma injusta, comprendió que ella nació para sufrir. Comprendió que, por cada momento feliz que viviera, el destino se encargaría de proporcionarle mil situaciones más en las que el dolor y el sufrimiento serían los principales protagonistas.

— No digas nada, por favor —comentó Alana con voz rota, casi rozando el tormento— Tu mirada ya lo ha dicho todo —prosiguió— No digas nada, por favor —imploró una vez más, llevando sus manos hacia su boca para tratar de acallar los sollozos— No soportaría escucharlo de ti; no te atrevas a decirlo.

¿Si era un monstruo por qué nadie se había atrevido a acabar con su vida todavía? ¿Por qué, si era alguien tan despreciable, seguía respirando? ¿Por qué, si era amable, bondadosa y respetuosa con los demás, tenían que hacerla sufrir tanto? ¿Qué razón tan cruel y tan bien argumentada había para que la consideraran como alguien capaz de dañar a otras personas? ¿Qué razón tan cruel y tan bien argumentada había para que Chiara la considerara capaz de hacer sufrir a otras personas?

— ¿Puedes...? —comenzó a preguntar, algo temerosa de lo que la alfa pudiera llegar a hacerle— ¿Puedes dejarme un momento a solas, por favor? —inquirió sin siquiera atreverse a mirarla— Prometo que serán solo unos minutos —prosiguió, angustiada— Después, Eva y yo nos marcharemos muy lejos de aquí —continuó— Prometo que no nos volverás a ver nunca más cerca de tu territorio, pero no nos hagas daño, por favor.

Emitió un pequeño gritito de puro horror al ver que Chiara acortaba la poca distancia que las separaba. Entonces, cerró fuertemente sus ojos, negándose a ver lo que la alfa estaba a punto de hacerle, pues sabía que el daño psicológico sería mucho peor si veía cómo la alfa alzaba su mano para golpearla.

Un golpe siempre sanaba tras unos días. Pero, ¿cómo decir lo mismo de la herida emocional?

— Ven aquí, omega —comentó Chiara en suaves murmullos, apresándola fuertemente entre sus brazos, en lo que para Alana fue el abrazo más reconfortante que nunca antes recibió— Creo que has llegado a tu límite —prosiguió con preocupación— ¿Qué te parece si te sostengo así durante todo el tiempo que sea necesario mientras tú lloras hasta desahogarte? —inquirió— No quiero que nada malo suceda si sigues conteniendo este malestar por mucho más tiempo.

No quería que Alana fuera la siguiente en caer en una profunda depresión que la arrastrara al borde del precipicio donde tendría que luchar para sobrevivir. Sabía que los omegas tenían mayor dificultad para recuperarse y que, por tanto, un poco de rabia acumulada no la ayudaría como sí sucedió con la alfa.

Foyer #2 © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora