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Si mucho se podía ganar, más se podía perder con el más tonto descuido

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Si mucho se podía ganar, más se podía perder con el más tonto descuido.
Chiara lo sabía, Mitch lo sabía y Lara, por supuesto, también lo sabía.

Mandar a su mejor rastreador para encontrar un peluche era, sin duda alguna, una brillante estrategia. Ciertamente, Alana todavía no poseía su propio olor al no haberse presentado como adulta, pero ello no significaba que la omega mantuviera consigo un débil rastro de una combinación un tanto extraña procedente de los olores de sus padres y hermana.

Ese mismo motivo fue el que le impulsó a mandar a Mitch, el único al que podía confiarle esa delicada misión, para seguir ese débil rastro que pudo olfatear perfectamente en Alana sin la necesidad de acercarse mucho a ella y, gracias a ello, el oso de peluche tendría una posibilidad de ser localizado.

Pero, quizás, mandar a Lara, una alfa testaruda y una de las mejores guerreras que la manada logró forjar para sus batallas, podía o no ser una de las mejores decisiones. Debía ser bueno porque, con ello, garantizaba la seguridad de Mitch; un alfa con el sentido del olfato más desarrollado de muchas manadas, pero que, por el contrario, no tenía la más mínima idea de cómo pelear correctamente.

Porque sí, pegar puñetazos a diestro y siniestro cuando le tocaban las narices era capaz de llevarlo a la perfección y, quizás, podría ser uno de los mejores. Más, cuando se trataba de estrategias, sangre fría y una elevada capacidad de conocimientos que abarcaban desde la supervivencia hasta un buen plan de ataque, era un asco.

Lara, por su parte, era excelente.
¿Por qué podría ser malo, entonces?

Chiara sabía que si ese alfa sin escrúpulos decidía convencer a su alfa Esaú de algún complot inventado acerca de una guerra contra su manada, perdería la ayuda de una de sus mejores guerreras para defender la manada.

Pero, como solía decirse, para ganar a veces hay que tomar decisiones arriesgadas. Trasladado a su caso, sería arriesgar a dos de sus hombres a una muerte casi segura y, además, arriesgar unas cuantas bajas más si se producía un ataque en la manada solo para ganar un oso de peluche; un oso de peluche que parecía valer oro para una preciosa y tierna omega.

— Para —comentó Mitch en un bajo murmullo, provocando que Lara se detuviera al instante y se girara para mirarlo con curiosidad— Creo que acabo de percibir un rastro.

La alfa emitió un pequeño suspiro de puro alivio, sintiendo cómo el cielo se aclaraba en su nublada mente debido al buen rato que llevaban dando vueltas y más vueltas sin éxito alguno. Incluso le dio tiempo para pensar en cómo podía conseguir un oso de peluche por su cuenta y regalárselo a la omega para poder dar por finalizado aquel tedioso trabajo.

— Dime que lo has encontrado, por favor —murmuró, un tanto desesperada— Es un maldito oso de peluche, no es como si pudiera haberse ido corriendo a la otra punta del maldito bosque.

Mitch emitió una pequeña risita, pues ya se le había olvidado el carácter y la poca paciencia que la alfa se gastaba. No obstante, recordó que estaban en una misión muy seria y que, por tanto, debía estar centrado lo máximo posible para que todo resultara de la forma correcta y, con ello, tuviera sus tan ansiados dos días de vacaciones.

Foyer #2 © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora